viernes, 23 de julio de 2021

El cantar de los cantores


 

Dolores Labarcena


Según el antropólogo suizo Edler Ketzer, la justicia en Waithe­saji está dividida en dos tribunales y no en tres tal como afirma Mbweha Wazamani, quien ofició de embajador de Ghana en la República Popular de Waithesaji desde 1957 hasta 1979. El primer tribunal de Waithesaji es el Mbwar Dam, y el segundo Izidumbut Kuhuthulwá. Los méritos que debe reunir un ciu­dadano para formar parte del primer tribunal es pertenecer al Partido Único Libertario, los del segundo tribunal es ser militares de alto rango.

Debo aclarar, para quienes desconocen la existencia de Waithe­saji, antigua colonia británica, que el país tiene un black out ci­bernético que resulta dificilísimo encontrarlo incluso en Google Maps. Por lo que, después de una investigación exhaustiva, y doy gracias por la mano tendida de Jamiro Gyurjiyev, profesor en el Departamento de Historia y Geografía Políticas de la UNAM, pude componer el muñeco.

La lengua que se habla en Waithesaji es el waithesaji, mezcla de suajili, inglés y esperanto. Mbwar Dam significa Tribunal Popular; Izidumbut Kuhuthulwá, Órgano Superior de Justicia. El actual presidente de Waithesaji es Gelding Mwaminifú. Tomó el poder tras la muerte de su padre en 1946.

En otra de sus imperdibles páginas Edler Ketzer expresa: “La razón me obliga a decir que los waithesajiz siguen adorando al presidente como si fuese el dador y destructor de los Cinco Elementos o Wu Xing, como se conoce en la filosofía tradi­cional china. Basta con ver las marchas multitudinarias el Día de la Liberación Imperialista en la Plaza de los Caídos donde los waithesajiz exhiben sus particulares vestimentas: pareos azules los hombres, floreados los de las mujeres. Dicho acto, una vez que suena el disparo de inauguración, se realiza sin consignas ni aplausos, lo que se escucha es como un coloquio pajaril: ¡Aj, aj, aj!... Ti, ti, ti, ti, ti… ¡Aj, aj, aj!..., no por orden de Gelding Mwaminifú, sino por algo intrínseco en el espíritu de los waithesajiz, que son tan temerosos de lo que representa el presidente y la contrainteligencia del Partido Único Libertario, que solo demuestran el dominio de su lengua en los tribunales. Tal peculiaridad hace que los comparen de modo erróneo con los hmong, etnia asiática que nació y vivió silbando hasta que los declararon ‘enemigos prioritarios’ en la Guerra de Vietnam por espionaje para favorecer a los norteamericanos con semejante tipo de comunicación”.

“Aunque oculto a la prensa y medios audiovisuales extranje­ros, hay un tercer tribunal, el Panya Naan Mikoko o Tribunal Administrativo de la Cultura Nacional y Bienes Comunes. Por citar un ejemplo: los waithesajiz que cometan delitos relaciona­dos con el arte, sea contra el patrimonio material o inmaterial, serán juzgados en el Panya Naan Mikoko. En esta categoría se tiene el privilegio (toca decir que para los waithesajiz la muerte es un nuevo amanecer, parafraseando a la Kübler-Ross) de aca­bar en el rinoceronte de Diktetamkuú, artefacto atribuido al padre de Gelding Mwaminifú que sirvió para escarmentar de manera pública a los waithesajiz que intentaban huir de la isla o desafiaban al Partido Único Libertario. Este método de tortura fue utilizado (aunque muy excepcional en las últimas décadas) hasta las postrimerías del siglo XX. Transmitida la orden, la cual consiste en introducir al ajusticiado en una especie de caballo de Troya en forma de rinoceronte al que una vez cerrado her­méticamente por una escotilla que tiene en el bandullo, le dan candela por los cuatro costados. Los ciudadanos de Waithesaji, testigos forzosos de tan aberrante crimen, comienzan a emitir sonidos. ¡Jamás escuché llanto ni lamento! Sonidos. ¡Aj, aj, aj!... Ti, ti, ti, ti, ti… ¡Aj, aj, aj!... Y presté atención porque fui invitado en 1969 por Gelding Mwaminifú a presenciar la ejecución de un artista conceptual que, imitando a Yves Klein, pintó en uno de los muros de la Plaza de los Caídos siete figurillas antropomorfas en color índigo en protesta contra la Ley Esuatini, lo que viene siendo el Servicio Militar Obligatorio. El semblante impasible y el gollete cantor de aquel condenado se me grabó con tinta indeleble. Cantó y cantó hasta que se quemó el último palo del rinoceronte de Diktetamkuú. Por eso recuerdo el título de la obra: Happening of Roho Waithesaji”, escribió en sus memorias Mbweha Wazamani.

Hace unos días, con los tentáculos de la pandemia haciendo estragos a nivel global, tuve el honor de participar en la video­conferencia mundial “Efectos del Cambio Climático sobre los Arrecifes de Coral y el Medio Marino de los Océanos Pacífico y Atlántico”. Encuentro importantísimo de animalistas, ecologis­tas y tribus en extinción. No sé si por azar, o por sincrodestino, ¡que tire la primera piedra quien no crea en la metempsicosis!, en una ventana de la pantalla reconocí a unos waithesajiz; dos estaban sentados y tres de pie. Y los reconocí aun con las mas­carillas porque de fondo tenían la bandera verdinegra de la que emerge un avesol en medio de unos escarabajos amarillos. Por lo cual, me dirigí a ellos en una lengua que reconocerían, el in­glés. How are you? Are you free?... ¡Aj, aj, aj!... Ti, ti, ti, ti, ti… ¡Aj, aj, aj!... En resumidas cuentas, no logré descifrar su lenguaje. Tampoco supe si se encontraban en Waithesaji o eran refugiados políticos conectados desde Estocolmo o Groenlandia. Entonces me quedé observándolos como quien observa a un alcatraz pa­tiazul o a un camalón takahe. Flemáticos, inalterables, emitiendo aquellos sonidos… ¡Aj, aj, aj!... Ti, ti, ti, ti, ti… Dicha escena, porque soy como el perro que no suelta prenda para rendirme a un enigma, me hizo congelar de inmediato la videoconferen­cia. Las palabras “Mbwar Dam”, “Izidumbut Kuhuthulwá” y “Panya Naan Mikoko” retumbaban en mi cabeza como un yembé. Volando fui a la mesita de noche y agarré el Kultur und Macht in Waithesaji, libro póstumo de Edler Ketzer acabado de comprar en la semana del Black Friday por un precio irrisorio, y en el que aparecía, aunque lacónica, la biografía de Gelding Mwaminifú. Según esta, nació en Waithesaji en 1913. Es decir, que ahora tendría 107 años. Por lo tanto, sería como el gato de Schrödinger o, siendo más pesimista y ganándole a los Castro, el dictador más longevo del planeta. ¡Qué paradoja!, me dije y descongelé la videoconferencia para reencontrarme con los waithesajiz. One question, please… Is Gelding Mwaminifú still alive? ¿La diktatoro ankoraŭ vivas? Indagué incluso hasta en esperanto. ¡Aj, aj, aj!... Ti, ti, ti, ti, ti… ¡Aj, aj, aj... Uh, uh… Crot, crot.



Tomado de la revista Parva Forma, número I, 2021. 



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