miércoles, 27 de mayo de 2020

Mallarmé



André Gide 


Habría que prohibirse expresamente protestar ante las críticas, responder a las acusaciones; pero hay algunas que le iluminan a uno y a las que habría que estar agradecido por obligarle a uno a examinar bajo una luz nueva un viejo problema.

Desde ese momento ya no se trata de defenderse; pues es perfectamente justo decir, por ejemplo, que las cuestiones sociales, los impedimentos exteriores, etc., no figuran en mi obra. Puede ser incluso perfectamente justo reprochármelo y dudo hoy de si fue muy hábil por mi parte abstraer de ese modo mi literatura; pero está fuera de duda que no lo hice sin darme cuenta, ni sin quererlo, sino deliberadamente.

Creo, bien mirado, que Mallarmé fue la causa de ese extraordinario desvío respecto a la vida que fue la consigna de los poetas de esa época y de ese clan (me refiero al de sus admiradores). Ciertamente protesté contra ello, y todo mi esfuerzo, muy pronto, fue por el contrario el de acercar mis escritos a la vida. Pero, allí donde me creí muy hábil y donde quizá me equivoqué —y ello también bajo la influencia de Mallarmé— fue al no tomar en cuenta (y al pensar que no merecía ocupar nuestro arte) más que emociones, pasiones, sentimientos y resentimientos, susceptibles de ser sentidos por todos los hombres.

Es más: pretendí aclarar ciertos problemas, ciertos dramas, inherentes a la naturaleza misma del hombre (como el de Prometeo por ejemplo) independientes de los accidentes exteriores, de lo que llamábamos entonces las «contingencias»; no porque ésas no pudieran ser importantes a su vez; sino porque me parecía que se arriesgaban a falsear, por su intervención, un problema que se trataba en primer lugar de aislar convenientemente.
     
Todo eso estaba estrechamente ligado a la idea de duración, muy mallarmeana. Hoy día ya no se comprende que, sin estar loco, el artista pueda preocuparse de lo que se hará de su obra después de su muerte.

                                                                  Diario, 8 de febrero 1933

Traducción: Laura Freixas
Imagen: Retrato de Mallarmé por Paul Gauguin


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