domingo, 24 de mayo de 2020

La máquina de escribir




Alfred Polgar


Espíritu, fantasía, inspiración: todo eso está muy bien. Pero hay algo más importante: la máquina de escribir. Con su ayuda se hace la poesía veinte veces mejor. Lápiz y pluma son material muerto. Desgraciadamente no basta tornarlos en la mano y dejarlos correr sobre el papel para escribir. Hay que obligarlos a formar letras y palabras. Eso es algo muy pesado y carga con responsabilidad.

La máquina de escribir, en cambio, no puede sino escribir, es su idioma, su única y natural expresión. Tecleteas con los diez dedos, y si tienes un poquito de suerte, antes de darte cuenta tienes terminada una poesía moderna con cuatro copias.

La máquina de escribir vive. Así como el piano está lleno de sonidos, ella está llena de palabras y sentido.

No hay palabra ni sentido posibles que no estén contenidos en ella. Es una fuente inagotable de poesía, un padre Nilo de la literatura, fertiliza los dedos que la acarician. Mi amigo y vecino, excelente escritor, tiene una máquina de escribir. Es decir ella posee a él (pero este detalle no tiene importancia). Él es uno con ella… no se sabe dónde el termina y donde ella empieza... igual como el jinete y el caballo. Durante todo el día está sentado delante de la máquina y no llega a dar alcance a su producción. Su fertilidad asombra a la coneja más despabilada. Confiesa sin orgullo: Es obra de la máquina de escribir. En realidad parece que en ella una palabra diera a la otra. Inconscientemente se teje la cadena bajo los dedos movibles. Si el instrumento se ha calentado entonces juega con el jugador. He aquí el misterio·

He aquí también la diferencia entre la máquina de escribir, y todas las demás máquinas: no hace solamente trabajo físico, sino también intelectual. Ahora el poeta por lo menos el cincuenta por ciento del sudor creador. Las veinticuatro letras obedientemente reunidas tienen poder inspirador, son duendes siempre listos para el trabajo que invitan a que se aproveche de ellos, seres sumamente inteligentes que desean unirse en matrimonios entre sí y que excitan los instintos copuladores de los hombres. El fino trae-trae de los tipos, el tono metálico del transportador cuyo timbrecito, una vocecita clara de niño, anuncia el fin de una línea: todo eso da un ritmo en el que se mueve el mismo cerebro, una melodía que invariablemente aspira texto. ¡Qué falto de fuerza es a su lado el rasgar de la pluma o el silencioso murmullo del lápiz!

Otra ventaja incalculable de la máquina de escribir consiste en que permite poetizar con las dos manos. Así la escritura conquista lo que hasta entonces ha sido privilegio de la oratoria. Pero la literatura tendrá su mayor ventaja de la máquina cuando ésta llegue a producir sin necesitar el poeta adjunto. El progreso debe dirigirse, en la máquina de escribir, como en toda máquina, en el sentido de disminuir más y más la colaboración humana. El día en que se habrá alcanzado la eliminación completa del escritor y la máquina de escribir funcione sola, ese día se iniciará la edad grandiosa de la nueva poesía.


Cuentistas de Alemania libre; compilación y traducción de Alfred Kanh. Buenos Aires, Ediciones Imán, 1936.

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