Stephane Mallarmé
La carne ¡ay! Es triste y sé los libros todos.
¡Huir! ¡Muy lejos! ¡siento que hay pájaros beodos
de estar entre la espuma incógnita y los cielos!
Nada, ni los jardines que encierran mis anhelos,
podrá guardar mi alma que el mar salobre añora
¡oh, noches! ni la clara luz de la veladora
sobre el papel incólume que interdice la albura
y ni la joven madre que nutre a su criatura.
¡Sí, partiré! Steamer, sin ningún alboroto,
¡eleva el ancla llévame hacia un país ignoto!
Un esplín, desolado por los crueles señuelos,
¡confía en el supremo adiós de los pañuelos!
Quién sabe si estos mástiles, de terribles presagios,
sean de los que el viento inclina a los naufragios
perdidos ¡ay! sin velas ni islotes lisonjeros…
¡Mas, alma mía, escuchas cantos de marineros!
Versión de Rafael Lozano
Orto, Año XXI, no.1, enero de 1932
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