Francisco Bances
Candamo
Candamo, amigo, huyamos, que en poetas
hierve Madrid: ¿a qué aguardáis? huyamos;
porque de presumidos, de Candamos
fondo han dado en el Rastro cien carretas:
A Silveyra y a Góngora, varetas
ponen, cazando voces, sin reclamos,
y a Mena y Garcilaso, nuestros amos,
las dulces liras vuelven en trompetas.
Salgamos luego, y las penates musas
escondamos, devotos, en Batuecas,
mientras que graznan aves tan confusas:
Salvemos nuestros usos y sus ruecas,
porque si no al tropel de garatusas
nos moriremos de dolor de muecas.
Respuesta
¿Dónde queréis que huyamos, D. García,
si la que surge tenebrosa gente,
enluta con tinieblas el ambiente,
cuando más claro el sol alumbra el día?
Aun no podemos en la noche fría
contra tanto Murciélago viviente
hallar asilo: pues noruegamente
finge que el rechinar es melodía.
Las santas musas uncen a los carros
de eruditas cazcarrias salpicadas,
dándoles por conceptos fuertes marros.
No las dejemos, no, desamparadas;
la tempestad suframos de guijarros,
muramos, pues, que mueran a porradas.
En vista de la buena aceptación que han tenido los
sonetos publicados en la entrega segunda del primer tomo del Colibrí, como poesía de sociedad tan
poco cultivada desde la época del inmortal Quevedo, se reimprimen los adjuntos,
que nada dejan que desear sobre el particular, siendo el segundo de Don
Francisco Antonio de Bances y Candamo, Superintendente de Rs. Rs. de Ocaña, San
Clemente Ubeda y Baeza, &c., y el primero de su amigo D. García.
El Colibrí, La
Habana, tomo 2, 1847, pp. 12-13.
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