Roger Caillois
Un asombroso ejemplo lo
ofrece el éxito de la Charada China (Rifa Chiffá) en Cuba. Esa lotería, “cáncer
incurable de la economía popular”, según la expresión de Lydia Cabrera, se
juega por medio de una figura de chino dividida en treinta y seis partes, a las
cuales se asigna igual número de signos, seres humanos, animales o alegorías
diversas: el caballo, la mariposa, el marino, la monja, la tortuga, el caracol,
el muerto, el barco de vapor, la piedra preciosa (que se puede interpretar como
una mujer bonita), el camarón (que es también el sexo masculino), la cabra (que
también es algo sucio, además del órgano sexual femenino), el mono, la araña,
la pipa, etc., (1). La banca dispone de una serie correspondiente de viñetas de
cartón o de madera. Saca o hace sacar una al azar, que envuelve en un pedazo de
tela y expone a las miradas de los jugadores. La operación se llama “colgar al
animal”. Acto seguido, procede a la venta de los juguetes, cada uno de los
cuales lleva el carácter chino que designa tal o cual figurilla. Entretanto,
algunas comparsas van por las calles tomando las apuestas. A la hora señalada,
se descubre el emblema envuelto y se entrega a los ganadores treinta veces su
apuesta. La banca concede el diez por ciento de sus ganancias a sus agentes.
El juego se presenta así
como una variante más gráfica de la ruleta. Pero si en la ruleta son posibles
todas las combinaciones entre los diferentes números, los símbolos de la Rifa
Chiffá se reúnen según afinidades misteriosas. En efecto, cada cual posee o no
uno o varios compañeros o ayudantes. Así, el caballo tiene como compañera a la
piedra preciosa y como ayudante al pavo real, el pez grande como compañero al
elefante y como ayudante a la araña. La mariposa no tiene compañero, pero sí
tiene a la tortuga como ayudante. En cambio, el camarón tiene por compañero al
venado, pero no tiene ayudante. El venado tiene tres compañeros, el camarón, la
cabra y la araña, pero no tiene ayudante, etc. Naturalmente, lo indicado es
jugar a la vez al símbolo escogido, a su compañero y a su ayudante.
Además, los treinta y seis
emblemas de la lotería se agrupan en seis series (o cuadrillas
desiguales): los comerciantes, los elegantes, los borrachos, los
mendigos, los caballeros y las mujeres. De nuevo, los principios que determinaron
la distribución se antojan de lo más oscuros: por ejemplo, la serie de los
curas se compone del pez grande, de la tortuga, de la pipa, de la anguila, del
gallo, de la monja y del gato; la de los borrachos, de la muerte, del caracol,
del pavo real y del pez chico. El universo del juego está reñido por esa
extraña clasificación. Al principio de cada partida, y luego de haber “colgado
al animal”, la banca anuncia una adivinanza (charada) destinada a guiar (o a
confundir) a los participantes. Se trata de alguna frase de significado
equívoco, como la siguiente: “Un hombre a caballo camina muy lentamente. No es
tonto, pero está borracho y con su compañero gana mucha plata” (2). El jugador
hace entonces conjeturas sobre si debe jugar a la serie de los borrachos o a la
de los caballeros. También puede apostar al animal que encabeza a la una o la
otra. Pero sin duda es alguna palabra señalada con menor claridad la que da la
clave de la adivinanza.
En otra ocasión, la banca
declara: “Quiero hacerles un favor. El Elefante mata al cerdo. El Tigre lo
propone. El Venado va a venderlo y se lleva el paquete”. Un viejo jugador
explica que basta con reflexionar: “El Sapo es brujo. El Venado es ayudante del
brujo. Lleva el paquete maléfico. Éste contiene la brujería que un enemigo ha
hecho a alguien. En ese caso, el Tigre contra el Elefante. El Venado sale con
el paquete. Va depositarlo donde le dijo el brujo. ¿Acaso no está claro? ¡Buena
jugada! Se gana con el 31, con el Venado, porque el Venado sale
corriendo”.
El juego es de origen chino
(3). En China, una alusión enigmática a los textos tradicionales hacía las
veces de charada. Después del choteo, un letrado se encargaba de justificar la
verdadera solución, apoyándose en citas. En Cuba, lo que se necesita para la
interpretación correcta de las charadas es el conocimiento general de las
creencias de los negros. La banca anuncia: “Un pájaro pica y se va”. Nada más
transparente: los muertos vuelan, el alma de un muerto es comparable a un ave
porque puede introducirse donde quiere en forma de lechuza, existen almas en
pena, hambrientas y rencorosas. “Pica y se va”: es decir, causa la muerte
inesperada de un ser vivo que no lo sospechaba. Entonces, es conveniente jugar
al 8, a la muerte.
El “perro que muerde todo”
es la lengua que ataca y calumnia; la “luz que alumbra todo” es el 11, el gallo
que canta al salir el sol; el “rey que todo lo puede”, el 2, la mariposa que
también es el dinero; el “payaso que se pinta en secreto”, el 8, que es el
muerto al que se cubre con una mortaja blanca. Esta vez, la explicación sólo es
válida para los profanos. En realidad, se trata del iniciado (ñampe o ñáñigo
muerto), durante una ceremonia secreta, el sacerdote le traza en efecto
signos rituales con una tiza blanca en el rostro, las manos, el pecho, los
brazos y las piernas (4).
También una compleja clave
de los sueños ayuda a presentir el número ganador. Sus combinaciones son
infinitas. Los datos de la experiencia se distribuyen entre los números
fatídicos. Estos llegan hasta el 100, gracias a un libro que se deposita en la
banca de la Charada y se puede consultar por teléfono. Ese repertorio de
correspondencias ortodoxas da lugar a un lenguaje simbólico considerado “muy
útil de conocer para penetrar en los misterios de la vida”. En todo caso, la
imagen con frecuencia termina sustituyendo al número. En casa del tío de su
mujer, Alejo Carpentier ve a un muchacho negro hacer una suma: 2+9+4+8+3+5=31.
El muchacho no anuncia los números sino que dice: “Mariposa, más elefante, más
gato, más muerte, más marino, más monja igual a venado”. Asimismo, para
significar que 12 entre 2 igual a 6, dice: “Puta por mariposa igual a tortuga”.
Los signos y las concordancias del juego se proyectan a la generalidad del
saber.
La Charada China se halla suficientemente
difundida, aunque prohibida por el artículo 355 del Código Penal de Cuba. Desde
1879 se han elevado numerosas protestas contra sus daños. Los obreros sobre
todo arriesgan el poco dinero que poseen, y, como dice un autor, pierden en
ella hasta el alimento de los suyos. Por necesidad no juegan mucho, pero lo
hacen sin cesar, pues se “cuelga al animal” cuatro o seis veces al día. Se
trata de un juego en el que el fraude es relativamente fácil. Como la banca
conoce la lista de apuestas, por poco hábil que sea, nada le impide cambiar, en
el momento de descubrirlo, el símbolo en que las apuestas se acumularon
peligrosamente por otro, más o menos desdeñado (5).
En todo caso, honrados o
no, se considera que los banqueros rápidamente hacen fortuna. En el siglo
pasado, se dicen que ganaban hasta cuarenta mil pesos diarios, uno de ellos
volvió a su país con un capital de doscientos mil pesos de oro. En la
actualidad, se calcula que existen en la Habana cinco grandes organizaciones de
Charada y más de doce pequeñas. En ellas se juegan más de doscientos mil
dólares diarios(6).
Notas
1) Los mismos símbolos se
encuentran en un juego de cartas utilizado en México para los juegos de dinero,
cuyo principio es semejante al del loto.
2) Rafael Roche: La
policía y sus misterios en Cuba, La Habana, 1914, pp. 287-293.
3) Sabido es que, junto a San
Francisco, la Habana tiene una de las aglomeraciones chinas más importantes
fuera de China.
4) De una comunicación de Lydia
cabrera.
5) Rafael Roche, ob.cit. p. 293.
6) De una comunicación de Alejo
Carpentier y de acuerdo con documentos suministrados por él mismo.
(Texto de 1962)
Roger Caillois: Los
juegos y los hombres. La máscara y el vértigo; trad. Jorge Ferreiro. Fondo
de Cultura Económica, México, 1986, pp. 244-250.
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