miércoles, 20 de diciembre de 2023

Paola Udovic



J. Rodolfo Wilcock


Paola Udovic es la imagen del sufrimiento, pero no hay que imaginarla como una mujer que tiene como rostro la máscara de la tragedia o algo parecido: Paola Udovic fue mucho más allá en la tragedia, y ahora sólo se la puede comparar a una pila de trapos en lenta combustión, a una maraña de dolor sin forma, a una esponja embebida en atrocidades abandonada en el desierto dentro de una cuenca de arena árida, de la que se desprenden filamentos de angustia, súbitos temblores de desesperación, náuseas como regueros de lava, gritos inaudibles y convulsos, horrores hirvientes. Acercársele se ha vuelto casi imposible, ya de lejos algo nos cierra la garganta, luego las lágrimas nos brotan de los ojos, aros de hierro ardiente sujetan nuestros miembros, no se puede sino huir de ese centro de congoja, de ese núcleo de pena que es la pobre Paola. ¿Y qué consuelo podría dársele a semejante, vertiginoso desconsuelo? Así como a cada uno de nosotros, además del dolor, nos acecha su castigo que es la soledad, Paola Udovic, que reúne en sí todos los sufrimientos, está indescriptiblemente, cósmicamente sola. Aunque parezca extraño, en su soledad canta; aunque parezca extraño, su canto es dulcísimo, purísimo: que semejante melodía pueda elevarse de ese amasijo de restos en fermentación, sorprende: que la congoja haya transformado a una mujer particularmente poco dotada como Paola Udovic en una fuente siempre renovada de éxtasis canoro, sorprende aun más. Pero lo más sorprendente de todo es esta transmutación del dolor en regocijo de los sentidos y del espíritu, como si la mísera carne humana fuese el vehículo de algo inefable que extrae mayor fuerza expresiva de su mortificación, y de su muerte, vida. ¿Sabrá Paola Udovic que es portadora de una manifestación tan sublime? Y si lo sabe, ¿cómo no se siente supremamente dichosa?


Traducción Ernesto Montequín


El libro de los monstruos, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1978. 


martes, 5 de diciembre de 2023

Tocando el ukelele


Malcolm Lowry


Epitafio

Malcolm Lowry
Difunto de Bowery
Su prosa era florida
Y a veces reñía
Vivió, de noche, bebió, de día,
Y murió Tocando el ukelele.

 

Rilke y Yeats

Ayudadme a escribir.
Mostradme las puertas
Donde las reglas están,
Y la jaula que
Mi alma mira atentamente,
Donde mi valor
Ruge entre las rejas.

 

Extraña tipografía

Yo escribí: “en la oscura caverna de nuestro nacimiento”.
El impresor puso “taberna”, lo que parecía mejor:
Pero en eso reside el motivo de nuestra risa,
Dado que en la página siguiente “muerte” aparece como “suerte”.
También puede ser que la palabra de Dios sea “distracción”
Y en nuestra extraña tipografía aparezca “destrucción”,
Lo que es cruel.

 

Tras la publicación de “Bajo El Volcán”

El éxito es como un terrible desastre
Peor que tu casa ardiendo, los ruidos del derribo
Cuando las vigas caen cada vez más deprisa
Mientras tú sigues allí, testigo desesperado de tu condenación.

La fama como un borracho consume la casa del alma
Revelando que sólo has trabajado para eso-
¡Ah!, si yo no hubiese sufrido su traidor beso
Y hubiese permanecido en la oscuridad para siempre, hundido y fracasado.

 

Traducción de Mariano Antolín Rato

 

domingo, 26 de noviembre de 2023

Como quien ríe al final

 



Pedro Marqués de Armas


Escribía cartas a Radio Francia Internacional

(o Radio Exterior de España) con la ilusión

de que fueran leídas por aquellas “amables

presentadoras” para él tan familiares

que se convirtieron

en su último solaz

 

A veces cuando más lo esperaba

saltaban su nombre pero ¡qué alegría!

si acusaban recibo y enviaban saludos

al oyente fiel que las instruía con historias

(un tanto) anómalas que sin embargo

enderezaba al trasladar a ese estilo suyo

ordenado y convencional

 

La muerte repentina de Voisin poco antes

de su última conferencia en La Habana

el curioso destino de unas piezas de Gundlach

extraviadas del museo de Segunda Enseñanza

la ruta de los últimos auténticos manatíes

por los cayos del norte el secreto 

(amor) de Enriqueta Faber

y tantas otras

de valor local

 

Aunque no acusaran recibo

se sentaba

oyente fiel

a su hora

esperando señal

 

Un verano y otro

qué agrado el suyo

o qué largo silencio

si pasaban

de él

 

En esa su hora

nada podía

sacarlo

de ahí

 

Ni mi madre bailando el San Vito

ni el motor de aspas del El Bosque

ni el trasiego ruidoso de escrip

(tores) con ganas de hablar

de Derrida.

 

Un día le vi meter literal

mente la cabeza en la radio

y el oído

en el dial

 

Fundido a su Zenith

riente (de 1933) él

tan íntimo

adquirió un aspecto Un

–Heimlich

sonreía como el Hombre de Arenas

como el avestruz que me sonrió

en Italia –una vez– como todo

lo que sonríe

a sabiendas

 


domingo, 19 de noviembre de 2023

Ajedrez

 



Rosario Castellanos


Porque éramos amigos y, a ratos, nos amábamos;

quizá para añadir otro interés

a los muchos que ya nos obligaban

decidimos jugar juegos de inteligencia.

 

Pusimos un tablero enfrente de nosotros:

equitativo en piezas, en valores,

en posibilidad de movimientos.

 

Aprendimos las reglas, les juramos respeto

y empezó la partida.

 

Henos aquí hace un siglo, sentados, meditando

encarnizadamente

cómo dar el zarpazo último que aniquile

de modo inapelable y, para siempre, al otro.



domingo, 22 de octubre de 2023

Es sólo un vicio

 


Eugenio Montale


Bufones travestidos de poetas,

arrogantes burócratas, 

pedantes pregoneros,

son ustedes los abanderados:

portadores de enseñas desvaídas. 

Ser poeta no es para tanto. 

Es sólo un vicio innato. 

Un peso que se lleva 

con pavor. 



E solo un vizio


Fliaci travestiti da poeti

burocrati arroganti,

pedanti imbonitori

siete voi i vessilliferi:

portatori d'insegne sbiadite.

L'esser poeti non è un vanto.

E' solo un vizio di natura.

Un peso che s'ingroppa

con paura. 



Versión Pedro Marqués de Armas