miércoles, 7 de octubre de 2020

Tractatus de sortilegiis



Óscar Hahn


En el jardín había unas magnolias curiosísimas, oye,

unas rosas re-raras, oh,

y había un tremendo olor a incesto, a violetas macho,

y un semen volando de picaflor en picaflor.

Entonces entraron las niñas en el jardín,

llenas de lluvia, de cucarachas blancas,

y la mayonesa se cortó en la cocina

y sus muñecas empezaron a menstruar.

Te pillamos in fraganti limpiándote el polen

de la enagua, el néctar de los senos, ves tú?

Alguien viene en puntas de pie, un rumor de pájaros

pisoteados, un esqueleto naciendo entre organzas,

alguien se acercaba en medio de burlas y fresas

y sus cabellos ondearon en el charco

llenos de canas verdes.

Dime, muerta de risa, adónde llevas ese panal de abejas libidinosas.

Y los claveles comenzaron a madurar brilloso

y las gardenias a eyacular coquetamente, muérete,

con sus durezas y blanduras y patas

y sangre amarilla, aj!

No se pare, no se siente, no hable

con la boca llena

de sangre:

que la sangre sueña con dalias

y las dalias empiezan a sangrar

y las palomas abortan cuervos

y claveles encinta

y unas magnolias curiosísimas, oye,

unas rosas re-raras, oh.



jueves, 1 de octubre de 2020

¡Tiembla, Savimbi!

 

Dolores Labarcena


Será impresionante cuando, como expresé antes, embosquemos al enemigo al amanecer, y el sol, todavía oculto, o enseñando muy sigilosamente sus penetrantes y ardorosos rayos detrás de las montañas, sea testigo de nuestra victoria. Porque allí donde pisemos, donde nuestras botas en medio del humo y el polvo dejen sus huellas, huellas indelebles, justas, libertarias, la pagarán caro. Verás, Chivo, no dejaremos títere con cabeza, lo escribiré todo, expresó Sandalio Peruyera. Luego me explicas, Sandalio. No seas porfiado. Déjame ayudarte, coño. No perdamos un segundo que esto se va a poner peor, intenté persuadirlo. Luego me explicas. Y lo saqué a rastras del blindado en llamas, en un volido. Eh, ¿y este ajetreo, Chivo? ¿Entramos en combate?... Descansa, compadre. Qué bárbaro. ¿Tienes sed? Coge la cantimplora, le dije. ¿Sed? Negativo. Lo único que me tomaría ahora es una sopa caliente. Campana, Chivo, estoy campana. Vamos, ayúdame a pararme. No dejaremos títere con cabeza. ¡Tiembla, Savimbi!… Quizás no tuve tacto. Pero qué haría otro en mi lugar. Es muy fácil juzgar fuera del terreno. Tenía dos opciones: la primera, mentir, la segunda, decir la verdad por muy cruel que fuese. Imposible, Sandalio. ¿Pararte? Libérate de toda preocupación terrenal. ¿No te has visto?, insistí encendiendo la linternita que llevaba colgada del cuello. Te faltan los pies. No te agites. ¡¿Que me faltan los pies?! ¡No embromes, Chivo! ¡¿Los pies?!, exclamó blandiendo con ímpetu las manos para comprobar lo que de por sí era una realidad. ¿Viste? Ahorra energías. Nos dieron, Sandalio. Los emboscados fuimos nosotros. Ahorra energías, repetí. ¿De quién fue el error, Chivo? Nunca imaginé que caería aquí. ¡Chivo, este es mi bautismo de fuego! Dime la verdad, compadre, ¿no será un sueño, una pesadilla de la que no logro despertar? Pellízcame una pierna, Chivo, ¡una pierna!… Instantáneamente cesaron las tribulaciones y su rostro comenzó a palidecer. No te duermas, Sandalio. Mira hacia allá. ¿No ves? Viene la ayuda. ¡Mira!, le grité. Y hacia allá solo había selva. Una selva tupida. No veo nada, compadre. ¿Quiénes vienen?, indagó. La Unidad de Apoyo, Sandalio. Y los de a pie son los zapadores. ¿Te acuerdas del “Dale pa´lante” del general Lamata? Nos salimos del trillo. Una mina. Bueno, también misiles, cañones, morteros… ¡Vamos, mantente despierto, compadre! Lo zarandeé. La más fea, Chivo. Nos tocó bailar con la más fea. ¿Y el general Lamata? ¿Lo sacaron del blindado?, seguía indagando. Entero, Sandalio. Ahora mismo lo trasladan en helicóptero a Rosalinda. Chivo, ¿en helicóptero como está la cosa?... Siempre tuviste un tornillo suelto, dijo. Entonces asentí con benevolencia y él sonrió con la ternura de los agonizantes.

 

La nota que sigue la encontró Píriz en uno de los bolsillos del difunto Sandalio:

 

Desde Quibala a Ebo resueltos rodaban nuestros tanques. Por aquí la tierra es próspera, salvaje, coreada de árboles frondosos donde el baobab está en flor, y la pitanga madura. El silencio es cómplice. Antes de llegar a Catofe nos detuvimos donde acampaban las tropas del general (tachado). Él mismo en persona salió a nuestro encuentro fusil en mano, y botas nuevas. Señorea la hospitalidad. Allí se encontraba la plana mayor: los generales Zeferino Carvajal, Desiderio Solaz y el coronel Chacón Morales. El general (tachado) y el general Lamata se apartan de mí. Escucho, peligroso instante de indiscreción, que hay cambio de planes. ‘Óyeme bien, Lamata, ese paquete que trajiste tiene de manigüero lo que yo de manicura. Dile que esto no es la redacción del Juventud Rebelde ni del Sierra Maestra. Que deje la libretica y se ponga pa' su cartón’. Su tono es pedante, agresivo. Con el alma hecha jirones me dirijo hacia un grupo de soldados que rodeaban a un nativo, ojeroso y patizambo, el cual, enseñando el muñón de su brazo derecho, narraba sin ahorrarse detalles, una tras otra, las derrotas sufridas en los últimos meses por nuestras fuerzas revolucionarias, dejando entre los oyentes un velo de desaliento semejante a un parasol, vasto, impenetrable. Me dirijo a él, porque de justicia y confianza se va llenando el pecho, y le converso: Compañero, el enemigo no tiene reparos en emplear en la guerra todo su poderío. A excepción de la bomba atómica, el arsenal que posee es incalculable. No. No somos partidarios de ningún enfrentamiento. Anhelamos la paz, una paz firme, duradera, fundada en los principios de independencia, democracia y neutralidad. No se amilane, compañero. El movimiento de resistencia se robustece como las hojas del mopane, cual mariposas agraciadas, multiplicadas de la raíz al cielo, como nuestra palma real, de penacho áspero y gustoso fruto. Da igual el credo, el color de la piel, la clase social, estamos hermanados por un mismo ideal. ¿No está al tanto de las deserciones en las filas del enemigo? Él me mira con un aire entre agrio y socarrón. A quien nace pa' tamal, del cielo le caen las hojas, expresó en portugués. Me retiro. En la mesa donde se encontraba la plana mayor junto al general (tachado), una comida cuantiosa, nutritiva: ajiaco, puerco asado, yuca con mojo, y de postre, casquitos de guayaba en almíbar. Tomo asiento al lado del general Lamata. Grave momento, el del nervio magullado, apiñado. Se palpa la tensión, mi repulsa. Estoy herido. ¿Dónde me pongo, general (tachado), de frente o de espalda? Emanaron mis palabras como de un surtidor, límpidas, chispeantes, embebidas del halo de la razón. El general (tachado) desde su taburete, con ojos fogosos, desbocados, me increpa: ‘¡Ponga los pies en la tierra, hombre! Aquí donde usted me ve, sin estudios, soy el único con (tachado) que puede dirigir esta guerra. ¿Ve ese caminito? Del descanso corto, a la trocha espesa. Se lo diré más claro, (tachado) de curujey. Váyase usted al (tachado) ¡Ajile!’… Y así, en medio de aquella hostilidad, damos de lleno en la sabana. Vamos, Sandalio, no se lo tome tan a pecho. A veces la luna se oscurece por un eclipse, me dijo el general Lamata. Salimos sin probar bocado por culpa de ese hijo de (tachado). De muy mala calidad el aguardiente que nos dio. Ojalá que un rayo (tachado). Para tomármelo, le echo un chorro de naranja, con dos clavos de olor.

 

Quizás no tuve tacto. Pero qué haría otro en mi lugar. Es muy fácil juzgar fuera del terreno. Tenía dos opciones: la primera, mentir, la segunda, decir la verdad por muy cruel que fuese… Será impresionante cuando, como expresé antes, embosquemos al enemigo al amanecer, y el sol, todavía oculto, o enseñando muy sigilosamente sus penetrantes y ardorosos rayos detrás de las montañas, sea testigo de nuestra victoria. Porque allí donde pisemos…, dijo Sandalio Peruyera cuando todo se había ido a bolina. Su entierro simbólico fue bastante emotivo. Un tipo sensible. Supuse que aquella hoja arrancada pertenecía a un diario. Me la guardé. Era evidente por los tachones que tuvo un desencuentro con uno de los generales. Se le daba muy bien escribir.

 

 

Este fragmento de la novela No quiero llanto, de próxima publicación por editorial Betania, salió por primera vez en DDC el 9 de julio de 2020.


domingo, 27 de septiembre de 2020

Rodrigo Lira

 




el super poeta zurita se pasea
como un cristo bizantino por las calles de santiago
con el habla   (mordiéndose la lengua)
casi perdida
     erguido
el superpoeta es objeto, o tal vez víctima,
    por dos veces
de sendos artículos en la dominical columna
    del padre valente, crítico literario
del diario el mercurio, periódico serio observe las aliteraciones que giran en torno
                                                                           a la r
no sólo es poeta, el superpoeta zurita
      además, lo parece
se alucina se ilumina  le observa el aura a la geografía de la faja
      utopifica , como quien dice/ de alguna manera/
       el superpoeta zurita
Se yergue a mayor altura que el cristo
de elqui de parra, el zuper poeta surita

                   zurita                           zurita
                   atiruz                           atiruz
                   neruda                         neruda
                   aduresn                       aduren

Se pajea/ se quema y se t ajea/ las mejillas. Se deja barba.

i     Proposición hipotética:
      el superpoeta zurita no es un Despierto, está dormido
ii.i  de facto
      penetro en el campo visual y auditivo del superpoeta zurita
ii.ii corolario: el superpoeta surita parece que me percibe
iii.  quod erat demostrandum :

                              mansa pesadilla!

autocrítica :
este es un chiste a la manera de la violentada y dispersada promoción
poética nacional de los años 60 (cortito)

En recreando a goya/ instituto goethe/ámbito literatura inaugura
coincidentalmente con altamirano (ámbito plástica) una nueva
forma de producción artística mediante la entrega de documentos,
bajo el título de '¿Cuáles son los Soportes? ¿Cuáles son los Pro-
yectos? ¿Cuál es la Obra? /MEIN KAMPF'
Observamos aquí una coincidencia que nos resistimos a creer casual entre el lenguaje
en que están escritas, en ese título, las palabras en alta (mayúsculas) y el contexto
ambiental en que se realizara el evento en que el documento se entregara.


lunes, 21 de septiembre de 2020

El cementario de los pájaros

 



Pablo Antonio Cuadra


Arribé al islote
enfermo
fatigado el remo
buscando
el descanso de un árbol.
No vi tierra
sino huesos.
De orilla a orilla
huesos
y esqueletos de aves,
plumas calcinadas,
hedor
de muerte,
moribundos
pájaros marinos,
graznidos
de agonía,
trinos tristes
y alguna
trémula
osamenta
aún erguida
con el pico
abierto al viento.

Con débil brazo
moví los remos
y di la espalda
al cementerio
del canto.


domingo, 20 de septiembre de 2020

Libertad de pensamiento

 


Ernesto Mejía Sánchez


                                  I

Yo fui durante años, por propia voluntad y estudio,

a los archivos de la Santa Inquisición

de la Nueva España. Me empantané

en herejías y supersticiones,

en oraciones mágicas y bailes deshonestos,

en crímenes cortesianos y judaizantes.

Podría superar fácilmente la bibliografía

especializada. He visto confesiones y delaciones

firmadas con la sangre de los inocentes,

he visto marcas de fuego en la abierta

libertad de los libros, el mal amor,

la maldad, la cobardía y el miedo,

el falo ofrecido a la Virgen

y la dogmática embriaguez.

He visto el delirio y la perversión de la fe,

el juramento falso y la crueldad,

el empecinamiento y la fortaleza.

Yo podría contarles muchas historias,

como don Artemio de Valle-Arizpe.

Pero prefiero callar este borrón puerco

de los hombres o sacar una lección de pudor

y respeto para el pensamiento de mis hijos.

 

                                   II

Y yo que quería escribir lo que me viniera

en gana, como un hombre, y ellos me dijeron

que eso era pura mariconería, que las ideas

debían ser revisadas. Yo les dije que la poesía

se escribía con palabras y que la política,

sin ideas. Y me dijeron (los muy sabidos)

que el tipo ese se pasó la vida abanicándose

con los abanicos de Mme y Mlle Mallarmé, y

que todo eso me iba a pesar, porque instalarían

la dictadura del bien, perfecta e infalible.

Y a mi hermana la monja la dejaron desnuda

en plena calle y a mis niños les dieron un silabario

perfecto, intolerante, sin elogio de la locura.

Yo no tengo nada contra los negros

ni contra la repartición de la tierra; pero no estoy

conforme con la sumisión de las letras negras

de la imprenta ni con el despilfarro de balas

rojas de odio. El capitalismo está sentenciado.

Yo moriré con él, dicen, y muchos más morirán.

¡Pobres de nosotros, y sin haberlo gozado!