miércoles, 23 de mayo de 2018

Sin brújula



Luciano Erba


Según Darwin debería haber sido eliminado
según Malthus ni siquiera haber nacido
según Lombroso comoquiera terminaré mal
para no hablar de Marx, yo, pequeño burgués
escapar, pues, escapar
adelante atrás al lado
(como todos en el cuarenta) pero
persisten complejos personales
¿estoy al este de mi herida
o al sur de mi muerte?


Senza bussola

Secondo Darwin avrei dovuto essere eliminato
secondo Malthus neppure essere nato
secondo Lombroso finirò comunque male
e non sto a dire di Marx, io, petit bourgeois
scappare, dunque, scappare
in avanti in indietro di fianco
(così nel quaranta quando tutti) ma
permangono personali perplessità
sono ad est della mia ferita
o a sud della mia morte?


Trad. Dolores Labarcena y Pedro Marqués de Armas


lunes, 21 de mayo de 2018

Epígrafe




Leonardo Sinisgalli 


Cuando partiste, como es nuestra costumbre,
separaron en el cofre tus objetos pequeños y queridos.
Te pusieron la sombrilla para el sol
porque partías a un reino tórrido
y te vistieron de blanco.
Eras todavía una niña,
una niña difícil de criar.
Así fuiste acogida con resignada dulzura,
custodiada y conducida a la luz
como espiga madura en un campo agotado.
Yo recuerdo, hermana, tu gorjeo
cuando te encerrabas a llorar en el portal
porque querías subir al techo para quedarte.
Sólo eras feliz si lograbas elevarte del suelo.

Te pusieron en el cofre los objetos más queridos,
incluso una moneda de oro en la mano
para darle al barquero que te habría acompañado
a la otra orilla. Y nos quedamos acá
en la casa enorme que sabías revolver como un saco.
Durante días nadie tuvo ganas de ordenarla.
Nos recogimos en torno a la chimenea,
pensando en tu gran viaje,
con la tristeza de enviarte sola a un país desconocido.
La abuela llevaba años esperándonos.
Por años ninguno de nosotros había sido llamado.  
¿En la inmensa plaga, en aquella larga cuarentena,
cómo hicieron para reconocerse?

Te habíamos puesto dentro del cofre los objetos más queridos,
tu sombrilla, tu peine, un pequeño manojo de flores.
Mi madre te seguía en cada paso, de la casa
a la iglesia, de la iglesia al cementerio.
Daba refugio en su estancia a cada mariposa,
y mantuvo largo tiempo la casa abierta
con la esperanza de que pudieras volver.

Un día una mujer vino a tocar a la puerta,
a decirnos que te había soñado.
Tenía una hija enferma, una compañera tuya,
y tú la habías visitado.
En sueño le hablaste a aquella mujer, preguntaste por algo
que ella no sabía: porque no oía en el sueño
y tú hablabas y parecía que preguntaras por una cosa
que en la confusión de la despedida se olvidó.
Mi madre revisó entre tus cartas, 
se detuvo a buscar en tus cuadernos uno a uno.
Miramos por última vez
tu escritura tierna, tu diminuto nombre
escrito por tu pequeña mano.
Atamos con una cinta blanca tus cuadernos
que habíamos olvidado. La niña te los llevaría.
Acomodamos tus cuadernos en el cofre
de la compañera que tú habías elegido.
También ella iba vestida de blanco
hacia el tórrido reino del que nunca nadie ha regresado.


EPIGRAFE

Quando partisti, come è nostra usanza,
inzepparono la cassa dei tuoi piccoli oggetti cari.
Ti misero l’ ombrellino da sole
perché andavi in un torrido regno
e ti vestirono di bianco.
Eri ancora una bambina,
una bambina difficile a crescere.
Pure fosti accolta con rassegnata dolcezza,
custodita e portata alla luce
come matura la spiga in un campo esausto.
lo ricordo, sorella, il tuo pigolìo
quando ti chiudevi a piangere sulla loggia
perché volevi andare sul tetto a stare.
Eri felice soltanto se potevi sollevarti un poco da terra.

Ti misero nella cassa gli oggetti più cari,
perfino una monetina d’oro nella mano
da dare al barcaiolo che ti avrebbe accompagnata
all’altra riva. Noi restammo di qua
nella grande casa che tu sapevi rivoltare come un sacco.
Per un po’ di giorni nessuno ebbe voglia di riassettarla.
Ci raccogliemmo intorno al camino
pensando al tuo grande viaggio,
alla tristezza di mandarti sola in un paese sconosciuto.
La nonna stava ad aspettarci da anni.
Da anni nessuno di noi era stato chiamato.
Nell ‘immensa plaga, in quella lunga quarantena
come avete fatto a riconoscervi?

Ti avevamo messo dentro la cassa gli oggetti più cari,
il tuo ombrellino, il tuo pettine, un piccolo mazzo di fiori.
Mia madre ti seguiva ad ogni tappa, dalla casa
alla chiesa, dalla chiesa al cimitero.
Dava ricetto nella sua stanza ad ogni farfalla,
e tenne per lungo tempo la casa aperta
nella speranza che tu potessi tornare.

Un giorno una donna venne a bussare alla porta,
a dirci che ti aveva sognata.
La donna aveva una bimba malata, una tua compagna,
e tu avevi visitata.
Parlasti in sogno a quella donna, chiedesti qualcosa
che ella non sapeva: perché non sentiva in sogno
e tu parlavi e pareva che chiedessi una cosa
che nella confusione del distacco era stata dimenticata.
Mia madre rovistò tra le tue carte,
stette a lungo a cercare i tuoi quaderni a uno a uno.
Guardammo per l’ultima volta
la tua scrittura tenera, il tuo esile nome
scritto dalla tua piccola mano.
Furono legati con un nastro bianco i tuoi quaderni
che avevamo dimenticati. La bambina te li avrebbe portati.
Aggiustammo i tuoi quaderni nella cassa
della compagna che tu avevi prediletta.
Anch’essa venne vestita di bianco
nel torrido regno da cui nessuno è mai tornato.



Traducción: Dolores Labarcena y Pedro Marqués de Armas


jueves, 17 de mayo de 2018

El queso


Luciano Erba


Será bueno hablar de mi manera
de habitar el mundo del presente
(un sistema espacial donde intercambio
forma y cuerpo con lo que me rodea
con las cosas a cuyo encuentro voy
para vivir en ellas y ellas en mí)
será bueno revelar que tal manera
de estar próximo a lo cotidiano
me resultó clara ab initio una mañana,
eran tiempos de guerra, tenía hambre,
miré de lado a lado por los agujeros
de una fina lasca de queso
tan absorto que me sentí secuestrado
y era un poco de aquí y un poco de allá.


Il formaggio

Sarà bene parlando di un mio modo
di abitare nel mondo del presente
(un sistema spaziale dove scambio
forma e corpo con quanto mi sta attorno
con le cose alle quali vado incontro
per vivere in loro e loro in me)
sarà bene riveli che tal modo
di stare vicino al quotidiano
mi fu chiaro ab initio una mattina
avevo fame, era tempo di guerra
da parte a parte guardavo nei buchi
di una fetta sottile di formaggio
così assorto mi sentivo rapito
ed ero un po' di qua e un po' di là.



Traducción: Dolores Labarcena y Pedro Marqués de Armas


martes, 15 de mayo de 2018

Lucca




Giuseppe Ungaretti

En mi casa, en Egipto, tras la cena,
después de rezar el rosario,
mi madre nos hablaba de estos lugares.
Mi infancia fue toda esa maravilla.
La ciudad tiene un tráfico temeroso y fanático.
Entre sus paredes sólo se está de paso.
Aquí la meta es partir.
Me siento al fresco en la puerta de la hostería
con gente que habla de California como de sus granjas.
Con terror me descubro en sus modales.
Siento correr cálida por las venas
la sangre de mis muertos.
También yo tomo una azada.
En los muslos humeantes de la tierra me sorprendo riendo.
Adiós deseos, nostalgias.
Del pasado y del porvenir sé cuanto un hombre puede saber.
No me queda nada por profanar, nada por soñar.
Conozco ya mi destino, y mi origen.
No me queda más que resignarme a morir.
Criaré, pues, tranquilamente a mi prole.
Todo lo he gozado, y sufrido.
Cuando un apetito maligno me lanzaba
en amores mortales, agradecía la vida.
Ahora que, también yo, considero el amor
como una garantía de la especie,
tengo en vista la muerte.

Lucca

A casa mia, in Egitto, dopo cena, recitato il rosario, mia madre
ci parlava di questi posti.
La mia infanzia ne fu tutta meravigliata.
La città ha un traffico timorato e fanatico.
In queste mura non ci si sta che di passaggio.
Qui la meta è partire.
Mi sono seduto al fresco sulla porta dell'osteria con della gente
che mi parla di California come d'un suo podere.
Mi scopro con terrore nei connotati di queste persone.
Ora lo sento scorrere caldo nelle mie vene, il sangue dei miei morti.
Ho preso anch'io una zappa.
Nelle cosce fumanti della terra mi scopro a ridere.
Addio desideri, nostalgie.
So di passato e d'avvenire quanto un uomo può saperne.
Conosco ormai il mio destino, e la mia origine.
Non mi rimane che rassegnarmi a morire.
Alleverò dunque tranquillamente una prole.
Quando un appetito maligno mi spingeva negli amori mortali,
Lodavo la vita.
Ora che considero, anch'io, l'amore come una garanzia della specie,
ho in vista la morte.


Versión: Pedro Marqués de Armas


lunes, 30 de abril de 2018

Glosa a las aventuras de Hans Rockle


Cintio Vitier


En cuanto a mí –dice Eleonora Marx en sus Recuerdos–, de todas las innumerables y maravillosas historias que me contaba Mohr, la que más me gustaba era la historia de Hans Rockle. Es raro que nadie se haya ocupado de escribir estas historias llenas de poesía, de espíritu y de humor…

Sin duda es raro.
Más raro, aún, todo el asunto.
Cierto que eran pasatiempos; pero un juego
que duraba «meses y meses»,
con la coherencia de un solo relato,
es algo que exige una extraña, secreta energía.
Quisiera oír el timbre
de las risas, ver las ropas, el brillo de los ojos.
Siendo esto imposible, me pregunto:
¿tal vez la fantasía y la ternura
iluminan el socavón de su trabajo,
como el sueño vinculado a la vigilia?
Lo cóncavo ajusta en lo convexo.
Si Mohr salía de la estructura y la superestructura
para entrar, con su hija, en las historias de Hans Rockle,
algo sabía Hans Rocle de Mohr
que Mohr no sabía de sí mismo.
Sus historias venían del cuento original.
Los narradores son indiferentes,
como es indiferente que escriban o no escriban:
el cuento prosigue ramificándose como un árbol
que es siempre el mismo y distinto.
Pero este contador, paseando con su hija
por las calles y los parques de Londres,
llenos de olores y colores sepultados con ellos,
pensadlo bien, no es un contador indiferente,
ya que de su maciza cabezota estaba saliendo
la revolución contra los dioses.
Porque él adoptó el lema de Prometeo:
«En verdad a todos los dioses odio».
Porque él en verdad estaba haciendo la revolución
«contra todos los dioses,
celestiales y terrenales,
que no reconocen la conciencia que tiene el hombre
de ser la divinidad suprema»,
según dijo.
De la batalla que él había entablado
contra todos los dioses
¿Qué sabía Hans Rockle,
saliendo de su sueño, en la cálida voz paternal,
frente a los ojos maravillados de la niña?

Hans Rockle –sigue diciendo Eleanora en su Recuerdos– era un mago a lo Hoffman, con una tienda de juguetes y ningún dinero en la bolsa. En su tienda se encontraban los objetos más extraordinarios: hombres y mujeres de madera, gigantes y enanos, reyes y reinas, maestros y operarios, cuadrúpedos y aves tan numerosos como en el arca de Noé, mesas y sillas, equipajes y cajas grandes y chicas. Aunque fuese un mago, Hans jamás podía pagar sus deudas ni al diablo ni al carnicero, y por eso tuvo que vender al diablo todas sus cosas una por una. Después de muchas, muchísimas aventuras y quid pro quos, todas las cosas volvían siempre a la tienda de Hans Rockle.

Un mago hoffmaniano
en su fantástica juguetería
no tiene escapatoria:
es un hijo impulsivo de los sueños.
¿Qué mensaje nos trae
con su gorro puntiagudo?
Lástima que el viejo Jung
no le arreglase las cuentas al viejo Mohr.
En todo caso, el simpático Hans Rockle
es bastante elocuente para un simple aficionado.
El viejo Mohr soñaba con una fuerza
capaz de poseer todas las cosas
convertidas en simulacros;
y capaz de engañar al Diablo,
aunque estando siempre en deuda con él.
Si el Diablo quería esas imágenes
es porque representaban otras tantas almas vivas.
Si Hans Rockle se las daba una a una,
para seguir viviendo,
es porque tenía con él secreto pacto.
Si las imágenes volvían a su tienda
es porque Hans Rockle había vendido su alma
a cambio de la magia de poseer
las imágenes materiales de todas las cosas.
¿Qué tenía el mago en su almacén?
Antes que nada, «hombres y mujeres de madera».
Recordemos al quiché: «Y al instante fueron hechos
los muñecos labrados en madera.
Se parecían al hombre, hablaban como el hombre
y poblaron la superficie de la tierra.
Existieron y se multiplicaron;
tuvieron hijas, tuvieron hijos los muñecos de palo;
pero no tenían alma, ni entendimiento,
no se acordaban de su Creador, de su Formador».
¡Qué habían de acordarse –eh, Hans?
El Diluvio, dice el quiché, los aniquiló.
Por eso el mago también tenía
«cuadrúpedos y aves tan numerosos
como el arca de Noé».
Sólo que no estaban vivos como en el Arca,
ni suponían ninguna salvación,
sino el encadenamiento de todas las cosas
al juego pavoroso del mago y el Diablo.
El buen Mohr inventaba las historias
para divertir a la niña. La niña crecía.
El tiempo cruzaba como el chal de un hada.
Por la noche, diminuto, burlón, fosforescente,
Hans Rockle se asomaba a curiosear
las gigantescas páginas que había escrito el viejo Mohr.

Algunas de tales aventuras –termina Eleonora en sus Recuerdos– daban frío y ponían los pelos de punta; otras eran cómicas.

(Nota final del glosador: Exactamente
así es).

La Habana, 13 de febrero de 1964


Ver aquí el excelente “Tres notas sobre Cintio Vitier", de Ernesto Hernández Busto, donde analiza y reproduce el poema de Vitier (incluido en Inventario de saldo. Ensayos cubanos, Leiden, Bokeh, 2017).