sábado, 19 de julio de 2025

El slow return

 



Luis Chitarroni 


Porque un segundero irredento, una

 

tonsura alrededor, un derrotero,

un empeine jurásico, una irrevocable

circunstancia, el edicto de Nantes. Porque alguna

niaiserie en compota, una saga

rojinegra, cárdena, Stendhal

 

cuando una ciénaga agrupada

agolpada, encabalgada como la tormenta cejijunta

de Empson. La negrura

en general. La cerrazón.

                                                     Oíd, mortal.

 

Acaso merezcamos

todas las veleidades

las paradojas en falsete

del espacio exterior.

 

Acaso nos hayamos

atorado

de prestar atención

a todo lo que juiciosamente

nos rodea, nos cierne, nos ciñe,

 

y el propósito siguiente,

como un paso que nos negamos

a dar, ensucie

el círculo de tiza caucasiano

o un anciano lo reduzca,

calzada, círculo al fin, Giotto,

derrota de la moral

por esprit de géometrie.

 

Santo y seña sin interés,

remoto Monte Calvo,

descenso. Scrotum,

oid, mortal.

Nos consta, nos consta

que no recibiremos

 

Putas en Bizancio.

Linneus, Oh (Ío) Linneus!

Que nadie nos granjeará

 

Amistad con los mandarines,

los mandamases,

la silva estrella, toda preocupación

formal estéril es, habida cuenta

de que babea (Lezama dixit)

el principio formal

 

y ahora o nunca. Ahora, nunca

(lo mismo da) los sempiternos

garabatos de cualquier teología,

trazados en la giba de contrato

del camello o dromedario

que no pasará por el agujero,

 

ingenuamente predica:

oíd, mortal.

Oíd, Godzilla.

No esperaban esto. La puñalada trapera,

el anuncio litoral

esta tonsura epilógica, episcopal

me gustaría ser Yervuchenko, Vachel Lindsay

                                        ¡Walt Whitman!

 

Después de sonrojar y sonrojarme,

y sonrojadamente arrojar

lejos la estrella equidistante

 

a tu grupa mi moral

 

esta plegaria retoza.

Rezo, equidistante estrella, vivir

de a ratos así. Vivir, sí, de a ratos.

 

¿Cómo pedirle al Maestro,

cómo pedirle a Rumí.

Autorización para, ah, Sarlo o serlo?

¿SAKI?

 

Ah, Barabtarlo. No ese poeta al rastrón

-no se es poeta al rastrón-.

Oíd, mortal.

 

Se espera y expide de veras

se esquiva la posta y la venia

se reconcomian se desdeñan

 

Pensar que ayer

crédito le di.

 

Aunque nada tengan ya

que ver el spermatikos logos

con los barbelognósticos,

con los heterocistos.

 

No se es poeta al rastrón

no se es poeta al rastrón

interroga de nuevo a los enhiestos.

Inaugura en raíz íntima

de los internados

la salud mental.

Virtuoso por fin

el leve viento

que gracias a su oído de sermón oí.

 


De Una inmodesta desproporción, Buenos Aires, Mansalva, 2023, pp. 181-84.


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