Luis Chitarroni
Porque un segundero irredento, una
tonsura alrededor, un derrotero,
un empeine jurásico, una irrevocable
circunstancia, el edicto de Nantes. Porque alguna
niaiserie en compota, una saga
rojinegra, cárdena, Stendhal
cuando una ciénaga agrupada
agolpada, encabalgada como la tormenta cejijunta
de Empson. La negrura
en general. La cerrazón.
Oíd, mortal.
Acaso merezcamos
todas las veleidades
las paradojas en falsete
del espacio exterior.
Acaso nos hayamos
atorado
de prestar atención
a todo lo que juiciosamente
nos rodea, nos cierne, nos ciñe,
y el propósito siguiente,
como un paso que nos negamos
a dar, ensucie
el círculo de tiza caucasiano
o un anciano lo reduzca,
calzada, círculo al fin, Giotto,
derrota de la moral
por esprit de géometrie.
Santo y seña sin interés,
remoto Monte Calvo,
descenso. Scrotum,
oid, mortal.
Nos consta, nos consta
que no recibiremos
Putas en Bizancio.
Linneus, Oh (Ío) Linneus!
Que nadie nos granjeará
Amistad con los mandarines,
los mandamases,
la silva estrella, toda preocupación
formal estéril es, habida cuenta
de que babea (Lezama dixit)
el principio formal
y ahora o nunca. Ahora, nunca
(lo mismo da) los sempiternos
garabatos de cualquier teología,
trazados en la giba de contrato
del camello o dromedario
que no pasará por el agujero,
ingenuamente predica:
oíd, mortal.
Oíd, Godzilla.
No esperaban esto. La puñalada trapera,
el anuncio litoral
esta tonsura epilógica, episcopal
me gustaría ser Yervuchenko, Vachel Lindsay
¡Walt Whitman!
Después de sonrojar y sonrojarme,
y sonrojadamente arrojar
lejos la estrella equidistante
a tu grupa mi moral
esta plegaria retoza.
Rezo, equidistante estrella, vivir
de a ratos así. Vivir, sí, de a ratos.
¿Cómo pedirle al Maestro,
cómo pedirle a Rumí.
Autorización para, ah, Sarlo o serlo?
¿SAKI?
Ah, Barabtarlo. No ese poeta al rastrón
-no se es poeta al rastrón-.
Oíd, mortal.
Se espera y expide de veras
se esquiva la posta y la venia
se reconcomian se desdeñan
Pensar que ayer
crédito le di.
Aunque nada tengan ya
que ver el spermatikos logos
con los barbelognósticos,
con los heterocistos.
No se es poeta al rastrón
no se es poeta al rastrón
interroga de nuevo a los enhiestos.
Inaugura en raíz íntima
de los internados
la salud mental.
Virtuoso por fin
el leve viento
que gracias a su oído de sermón oí.
De Una inmodesta desproporción, Buenos Aires, Mansalva,
2023, pp. 181-84.
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