jueves, 15 de agosto de 2019

Dialogar con la muerte



Juan Luis Panero 


En medio de un sueño entrecortado, 
sudor y calmantes, las destempladas horas de un hospital, 
escucho una voz que anuncia: 
El poeta cubano Gastón Baquero ha muerto. 
Y sigue el sueño inquieto, luces y sombras, 
«Por todas partes llegan noticias de la muerte». 
Al día siguiente en el periódico las frases rituales, 
tristes tópicos para llenar el vacío. 
Sin embargo, en la cama, mirando el blanco techo, 
sin más oficio que dialogar con la muerte, 
no son llantos ni pésames los que me llegan 
sino tus carcajadas, las risas de otro tiempo. 
No hay lugar para el dolor, ni siquiera sorpresa, 
sólo el mundo de magia donde siempre habitaste 
y que nos regalabas, generoso con todos. 
«El alambrista recorre de lado a lado lo más alto del circo 
y aplaude la multitud», 
y también yo te aplaudo y la bella Nefertiti 
y el mendigo en la noche vienesa 
y los gitanos y el viento de Trieste 
(que repetía extrañas canciones al amanecer) 
y Marcel Proust y Manuela Sáenz, 
todos aplaudimos tu respirada alegría, 
la deslumbrante soledad que te acompañaba: 
«Parece que estoy solo, 
pero llevo en derredor un mundo de fantasmas». 
Ahora ya has encontrado, por fin, a tus fantasmas 
y «el frío de la tumba recién cavada», 
y tantas otras cosas que nos seguirás contando 
cada vez que alguien abra tus páginas 
como hago yo esta tarde y tenga entre sus manos 
rosas y cenizas, artificio y pasión, 
en la cárcel del tiempo las palabras de un mago. 



Quimera, núm. 178, marzo de 1999, pp. 65-67; Enigmas y despedidas, Barcelona, TusQuets Editores, 1999, p. 34. 


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