George Santayana
Soñador infeliz que trasvolaste
la apacible región de lo que amo,
trascendiendo la luz y el trigo de oro
y la radiosa lumbre del hogar:
¿no estaba en paz con Dios tu vanidoso
corazón?, dí: ¿por eso tú inquirías,
sin dar gracias de sus ocultas frondas,
el horror y el abismo de la noche?
¡Ah, el helado aire de la luna!
Te ví caer, caer, loco de muerte
que en el éxtasis de tu alma aterida
gritabas ser un dios, o ir a serlo;
y oí la débil queja de tu aliento
murmurar con jactancia todavía
desde el fondo del grave mar de Icaro.
Versión de Cintio Vitier
Clavileño, Núm. 1, agosto de 1942
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