Juan Luis Panero
Lo
vi solamente tres veces en mi vida.
La
primera vez me pareció tartamudo y educado,
la
segunda vez, igualmente tartamudo y educado,
aunque
más inteligente y, sobre todo, más entrañable,
la
tercera vez, entre rumor de gentes, apenas sí pude saludarlo.
Pocos
días después de estos encuentros,
menos
de dos semanas, me telefoneó mi madre,
me
dijo: “Calvert Casey se ha suicidado en Roma”.
Leí
después el libro que él me dedicó,
y
en especial un cuento: “El regreso”.
Allí
estaba todo claro, no había error,
debimos
darnos cuenta antes.
Pero
hubiera sido igual, absolutamente igual.
Hablar
de esa implacable inteligencia desasida,
De
esa manera de estar frente a todos
y
todavía más, frente a sí mismo,
hoy
parecería retórica hueca, palabras enjauladas.
Ni
absurda exégesis, ni homenaje cansado,
por
un instante, sólo por un instante,
que
mis palabras lo traigan
-tartamudo,
educado, inteligente y muerto-,
después
de tanto tiempo, a este papel en blanco.
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