jueves, 17 de octubre de 2019

La Ardenesa. Segundo ejercicio




Pedro Marqués de Armas


Raparon en Charenton todas las cabezas, menos la suya. El pelo y las uñas y no ese cerebro descolorido, esas carótidas del diámetro de una pluma: sus últimas pertenencias.

Cuando asomó por la ventana del pabellón para gritar:

—Nivelamiento. Nivelamiento. 

Ya estaba muerta. Pero su grito —ave greñuda— repicó en el Bósforo. Cómo no iba a quebrar la cinta si hasta el césped raparon hasta convertirlo en sendero, mientras Monsieur Esquirol hacía señas con banderitas y Saint-Just, tan sordo:

—No se junta justicia y santidad.

Luego el regreso en coche, a Lieja.

¿Adónde iba a ser?



Óbitos, Bokeh, 2015, p. 14; Encuentro, núm. 50, otoño 2008. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario