Paúl Valéry
Existe una música del
sentido de las palabras a la cual se confía toda la emoción poética, a pesar de
que ella invoca, por otra parte y al mismo tiempo, los recursos menos sutiles
de los timbre y del ritmo. Esta música que especula sobre la resonancia de las
ideas evocadas y las combinaciones de nuestros recuerdos, es necesariamente,
mucho más personal que la música sensible: mientras que la cadencia, los
acentos, las similitudes y los contrastes de una colección de sonidos
articulados, se trasmiten directamente de un ser a otro, las imágenes, las
impulsiones, los accidentes más o menos afortunados de nuestra producción
íntima no son, en general, comunicables; y es así porque todo poema es un caso
particular; todo poeta un buscador de instantes privilegiados en los cuales él
cree sentir yo no sé qué fuerza de expresión, de misión y de propagación
universal posible, que le viene de lo que él tiene de más profundo y le permite
a su alma singular reducir a su servicio el lenguaje común, sorprender el
automatismo y los hábitos, desarrollar extrañamente las convenciones.
Todo esto aparece y
palpita en cada uno de los breves poemas de Mariano Brull. Desearía que se
leyese, antes que los otros, el delicioso poema “Rosa-Armida”. Es un poema que
se diría cantado y plasma un retrato de mujer obtenido por leves toques de
vida. Yo hablaría, con placer de la exquisitez de la observación, de la
ligereza sorprendente de los rasgos, de la encantadora y rápida variación de
los efectos, si no bastase para ello, orientar al lector hacia esa página, que
yo le ruego considere como el verdadero y decisivo prefacio de esta colección
de poemas.
Espuela de Plata, abril-julio de 1940, p. 3. Versión original en Mariano Brull: Poèmes traduits par Mathilde Pomés et Edmond Vandecarmenn, préface de Paúl Valéry, Bruselles, Les Cahiers du Journal des Poétes, 1939.
No hay comentarios:
Publicar un comentario