martes, 16 de diciembre de 2014

Polheim





Dolores Labarcena


Esperar forma parte de la fiesta, pero partir es menos tedioso que habituarse al paisaje. Y aunque el frío raspara, (en ese reducto llamado Polheim) cruzó la frontera como quien corta un huevo duro. ¡Bravo por Amundsen!, no murió de escorbuto, o por lo menos en esa ocasión. Se alimentó de mejunjes y trozos de carne cruda; un verdadero estratega. Tarde o temprano caería precipitadamente y no entre copitos de nieve. Sus restos siguieron de largo por el Mar de Barents: He ahí la guinda del pastel. 

***


¿Sabes? Borrar una a una las máculas de los hornillos de carbón. La foto, de 1936. Al dorso un “no me olvides” con tinta azul de Prusia. La cabeza de perfil; otra Catalina marmórea en cofia blanca y gorguera. En Ámsterdam, o quizás París. Nada de flores caídas ni menudencias de otoño, hierba rasa y su vestido a puà. Imperturbable sobre el tronco ¿Álamo? Tal vez pino.

***


Z., quien canta alegremente, gondoleándose en las plazas de Dusseldorf, o en las de Salzburgo, no puede librarse del follaje limón ni del verde botella que tienen sus rótulos. Después de todo, una visión levantina nunca estaría de más, pero de crisantemos y margaritas revientan los tanatorios…

Z.,  quien alegremente canta, gondoleándose en las plazas de Dusseldorf, o en las de Salzburgo, sabe que para tales menesteres no basta ser hijo de marinero. Pero le da igual: en su barca caben demasiadas cabras.


***

La mitad de la cinta transcurre entre personajes enclenques y restos de una desusada vajilla. Al fondo, bloques de hormigón. De vez en cuando (y sólo de vez en cuando): ¡ah Krishna! y una bocanada de aire. Casi no hay diálogos; con esos trajines... El tono sigue siendo el mismo, pero a la vista de un puerco una banda de pájaros despega de un tenderete. En efecto, es el final. Cuán oportuno el fotógrafo: con un ademán de burla lo mantiene a raya.





sábado, 13 de diciembre de 2014

Fotografía de Mallarmé





Ferreira Gullar



es una foto
premeditada
como un crimen

basta
reparar en el arreglo
de las ropas los cabellos
la barba todo
adrede preparado
-un gesto y la manta
acomodada sobre
los hombros
caerá-
especialmente la mano
con la pluma
detenida encima de la hoja
en blanco: todo
a la espera
de la eternidad

se sabe
tras el clic
la escena se deshace en la
calle Roma la vida volvió
a fluir imperfecta
pero
eso no lo captó la foto
que la foto
es la pose la suspensión
del tiempo
ahora
meras manchas
en el papel raso

si bien
tu mirada
encuentra la de él
(Mallarmé) que
allí
desde el fondo
de la muerte
mira



Traducción de Pedro Marqués de Armas





miércoles, 10 de diciembre de 2014

Las cuitas del joven Werther





Slawomir Mrozek



El director de la filarmónica nos recibió con amabilidad.
— ¿En qué puedo servirles? —preguntó.
—Nos debe cincuenta mil.
—Es posible, pero no acierto a saber por qué razón. ¿Podrían ustedes aclarármelo?
—En calidad de anticipo —le aclaré.
—Tal vez, es una práctica habitual. Pero anticipo, ¿a cuenta de qué?
—De nuestra actuación en la filarmónica.
—Sí, eso ya tiene cierto fundamento. Sin embargo, si no me falla la memoria, es la primera vez que nos vemos. ¿Acaso hemos firmado un contrato por correo?
—Aún no, pero podemos firmarlo ahora mismo.
—Indudablemente. Pero quisiera conocer a grandes rasgos su propuesta. ¿Ustedes forman un conjunto musical?
—De momento no, pero lo formaremos.
— ¿Y más o menos con qué repertorio?
—Eso ya lo veremos cuando aprendamos a tocar.
— ¿A tocar?
—Sí, a tocar instrumentos musicales, por supuesto.
La torpeza de ese individuo comenzaba a enervarme.
— ¿Quiere decir que aún no saben?
—Aún o ya, ¿qué más da? El futuro de todas formas nos pertenece. ¿No ve que somos jóvenes?
— ¡Oh!, desde luego. Sin embargo, ¿puedo sugerirles algo? Primero aprendan a tocar, después toquen un poco y después nos vemos. El futuro sin duda les pertenece.
Y no nos dio el anticipo, el muy facha. Salimos de allí perjudicados socialmente.
En el muro había un cartel que anunciaba la actuación de un tal Mozart.
— ¿Quién es? —preguntó…, pero no me acuerdo cual de nosotros, porque me falla la memoria, sobre todo antes del mediodía.
—Seguramente un viejo.
Dejamos de pensar en el arte y nos dedicamos a construir una bomba. Un día de estos la pondremos en la filarmónica. La lucha por la justicia es lo primero.





Traducción de Bozena Zaboklicka y F. Miravitlles



Ventanas altas




Philip Larkin


Cuando veo una parejita e imagino
que él se la folla y ella toma
píldoras o usa un diafragma,
sé que es ese el paraíso
que todo viejo soñó la vida entera:
ataduras y prejuicios desechados
como una cosechadora obsoleta, y los jóvenes
deslizándose sin límites, ladera abajo,
hacia la felicidad. Me pregunto si
cuarenta años atrás, mirándome, alguien
habrá pensado: Eso es vida;
nada de Dios, ni de sudar de noche
pensando en el infierno, ni de ocultar
lo que opinas del pastor. Ese y sus
amigos se deslizarán, maldita sea,
libres como pájaros. Y de inmediato,
más que en palabras, pienso en ventanas altas:
el cristal donde cabe el sol y, más allá,
el hondo aire azul, que nada muestra,
y no está en ninguna parte, y es interminable.





Traducción de D. Alou y M. Cohen