Magdalena Duany
Se ha
escrito poco sobre los feminicidios en Lomkob. Algunos antropólogos especulan
que el método más utilizado es el veneno, el cual se elabora a través de un
proceso litúrgico en el que interviene un chamán con un tiburón muerto o,
posiblemente, avispas de mar y sesos de una cría de macaco hembra. No obstante,
de lo que se tiene evidencia es que tales venenos tienen la capacidad de causar
la muerte. Según un informe de Save the Woman & Children, (el foro ASEM no
se ha pronunciado al respecto) entre 1981 y 1999 se contabilizaron en Islas
Katalaos entre cinco y once mil fallecimientos sospechosos en mujeres
gestantes. Me temo que los datos reales no los conoceremos. Gila Untukmegikat,
ginecóloga y activista de los derechos de las mujeres de Lomkob ahonda en el
asunto en su último libro Islas Katalaos: Memoria y vergüenza (Delos,
2020), recientemente presentado en Múnich.
Para
ponernos en contexto, Lomkob forma parte de las Islas Katalaos, también
conocidas como Kǎ tǎ lā sī dǎo, Quần đảo Katalaos o Kepulauan Katalaos. Posee
uno de los ecosistemas más preservados del planeta. En ellas hay ibis, tigres,
gibones, pandas, tapires, orangutanes, por no hablar del vasto océano, que
ofrece todos los frutos extinguidos en nuestra mesa, como el pepino de mar o el
pez sierra. Por ley las casas de Islas Katalaos, a excepción del palacio
presidencial, son semicirculares con techos a dos aguas, muros de adobe y
bambú. La economía se apoya en la siembra de arroz y la pesca sostenible. No
hay coches. La población se traslada a pie, en bicicletas o caballos. Motivo
por el cual no hay polución ni gases contaminantes. E igualmente por dicha
peculiaridad este archipiélago se lo disputan India, China, Taiwán, Malasia,
Vietnam y Filipinas. Según Jaidev Green, tataranieto de John Hubert Green,
boticario británico que llegó a Islas Katalaos en 1898 a bordo del Ararat con
un cargamento de chinos y bacalao en salazón, autoproclamándose rey porque los
nativos eran cuatro gatos, Lomkob fue la capital de Kingdom of the Green hasta
1939, fecha en que fue invadida por los japoneses. Terminada la Segunda Guerra
Mundial, Dishi Green, nieto de John Hubert Green y padre de Jaidev Green, buscó
apoyo diplomático en Asia continental para recuperar el reino de su padre
muerto en Australia. Cuestión que no hacía falta porque después de acabada la
ofensiva, Japón, que se hallaba en el bando de los perdedores, levantó el
campamento para convertirse en potencia mundial y atiborrarnos de aparatos
electrónicos. Pese a todo, Dishi Green, que era más inepto que el padre, sentía
pavor de pisar en soledad el suelo patrio. En 1951 vio un rayo de luz, o
llamarada, según se mire, al conocer en Taiwán a Ranasinghe, líder fugitivo del
movimiento nacionalista de Ceilán que no teniendo nada que perder, se sumó a la
reconquista aportando séquito, familia, y como Noé, varias parejas de animales.
Fue en Islas Katalaos donde nació (con poca repercusión incluso en países bajo
la bota imperialista como Laos, Argelia o Costa de Marfil) la alianza
internacional “Pan, Libertad y Colonias Libres”. Asimismo de esa alianza nació
Jaidev Green. Su madre Emily era hija de Ranasinghe y Anne Young, periodista
británica fundadora del Partido Comunista de Ceilán. Como por entonces los
reinados iban de capa caída Kingdom of the Green se convirtió en República
Democrática de Ranasinghe-Green, con partido único, constitución e impuestos.
Bajo el
reinado de Jonás Green, heredero de John Hubert Green y padre de Dishi Green la
densidad poblacional de Ranasinghe-Green se estimaba entre cinco y seis mil
habitantes. Cuando la ocupación japonesa, Jonás Green se echó a la mar con
parte de la población. No todos llegaron a puerto. Entre tanto, y a excepción
de los cuanab que se mostraron colaboradores con el enemigo, los khonphainokis
que decidieron quedarse fueron exterminados por las bombas norteamericanas o
bien por la producción a gran escala de uniformes para el Ejército Imperial
Japonés. Labor peliaguda teniendo en cuenta la exquisitez de los adornos. En
Islas Katalaos: Memoria y vergüenza, Gila Untukmegikat expone: “Cabe
destacar que los japoneses incurrieron en crímenes de lesa humanidad, y las
secuelas de los daños colaterales no tienen precedentes. Independientemente,
negar el intercambio sociocultural y el crecimiento del PIB sería hacerle el
juego al sistema corrupto que impera a sus anchas en Ranasinghe-Green. ¡Jamás
habíamos exportado tanto arroz!” En el citado fragmento Gila Untukmegikat peca
de optimista o de irredento negacionismo. ¿Qué tiene que ver la katana con la
kalimba? En aquel momento la meta de Japón era expandir su Imperio y propiciar
“mujeres de consuelo” para elevar el ánimo de los kamikazes que acabarían de
abono para los arrecifes de coral y el plancton marino. Es aquí donde aparece
la madre de Gila Untukmegikat que, al contrario de tailandesas, malasias,
taiwanesas y filipinas, no culpabilizó a Hirohito sino a Jonás Green. Y no es
el caso de que el monarca huido fuese merecedor del más absoluto desprecio.
Como norma, en una familia solo existe un Green con grinta.
Simplemente no caía bien. Gila Untukmegikat es fruto de aquellas maratones
sexuales donde solo Dios sabe quién era el último. ¿Trauma no resuelto?
¿Resiliencia? Desde fuera puede pensarse que este dato no es de nuestra
incumbencia, sin embargo, es un capítulo deshonroso de la historia nipona y
debe contarse.
Tras la
creación de la República Democrática de Ranasinghe-Green las islas se volvieron
a repoblar con ceilandeses, vietnamitas y chinos. Los llamados por los cuanab
khonphainokis, algo que se traduce como foráneos o extranjeros. El tiempo pasó
y en 1975 Emily se fugó con su amante trompetista a California para sumarse al
movimiento hippie. Para entonces Ranasinghe y Anne Young llevaban un quinquenio
o más en el Bardo Chonyid, luego le tocó a Dishi Green hacerles compañía. Según
Jaidev Green, quien en 2003 tomó posesión de la presidencia de una república
aún no reconocida por la ONU, su padre había sido devorado por una jauría de
lamas enloquecidas. Historia bastante inverosímil puesto que las lamas son
artiodáctilos y su hábitat natural se encuentra en América del Sur. Y que se
tenga constancia, Dishi Green jamás pisó dichas tierras.
En 1981
solo Kundi, que su superficie es de cuatrocientos setenta y dos kilómetros
cuadrados, llegó a contar con una población que duplicaba el total que tenían
todas las islas en 1939. Por este súbito aumento demográfico Dishi Green,
apoyado por el Parlamento Popular y el Ejército de Paz decidieron trasladar la
capital que se encontraba en Kundi, de nuevo a Lomkob, y allí construyeron otra
dagoda con otro Buda reclinado tallado en roca de granito. Este baby boom
trajo como consecuencia una política de planificación familiar parecida a la
implantada en China, “un hijo, una familia”. Según Gila Untukmegikat, testigo
de los métodos de contracepción, torturas y feminicidios, existen venenos
sofisticados pero por su bajo coste los más usados son el regaliz americano, la
belladona y la ricina. Igualmente señala que si no morían con la ingesta de
esos brebajes lo habitual era que las encerraran en las “habitaciones de
pensar”, ¡vaya eufemismo!, donde fallecían por inanición. También afirma que
bajo amenaza de muerte por el mismísimo Dishi Green practicó durante dos
décadas miles y miles de interrupciones involuntarias. En referencia a las
teorías sobre la elaboración de los venenos dice “que no existe ningún chamán
ni tiburón muerto”. Y que “lo de sesos de una cría de macaco hembra es un
aporte demodé de los expertos occidentales que no tienen ni idea de lo
que se hacía en Islas Katalaos cuando no se preparaban venenos”. Actualmente
Gila Untukmegikat es la vicepresidenta de la asociación internacional Save the
Woman & Children con sede en Ginebra. Saque usted sus propias
conclusiones.
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