domingo, 30 de diciembre de 2018

Aire para fagote




 León de Greiff

                                                                 A Germán Arciniegas

         En mi rincón le insuflo a mi fagote
vientos de libre poesía.

  Vale, vale la pena:
(como no brinquen multitudes en algarabía
–bárbara tribu diapreada de achiote–
y aunque no salten soledades de Góngora y Argote...):

  ¡surta clara, serena,
sincronizada, esbelta Arquitectura,
Música pura,
libre Poesía!

        En mi rincón le insuflo a mi fagote
vientos de libre poesía!

   Vale la pena, vale:
y así chillen don Pánfilo, don Zote,
doña Carraca, doña Chirimía:
¡toda la trinca! ¡todo el cotarro! ¡el zafio lote!

  ¡como apruebe la Onfale
cuya rueca devano, Esfinge Obscura,
sóla Aventura,
mía Fantasía!

          En mi rincón le insuflo a mi fagote
vientos de libre poesía.

  Vale, vale la brega:
¿muy ronco el timbre para el flébil estrambote
de mi Balada? ¿muy áspera la voz? ¿la melodía
muy tosca? ¿a los oídos es azote
mi trova nocharniega?

  ¡no me importe!: si ríspida y si dura,
de ésa sólo se cura
la Musa mía!

          En mi rincón le insuflo a mi fagote
–don Pánfilo, don Péndolo, don Zote,
doña Carraca, doña Chirimía–
vientos de libre y pura y de díscola y recia poesía.

                                               
                                                                     Netupiromba 3. X . 1931

viernes, 21 de diciembre de 2018

Mañana todo será mejor



Canto III

Hans Magnus Enzensberger

Recuerdo La Habana, las paredes desconchadas,
la insistente fetidez ahogando el puerto,
mientras el pasado se marchitaba voluptuosamente,
y la escasez roía día y noche
el añorado Plan de los Diez Años,
y yo trabajaba en El hundimiento del Titanic.
No había zapatos, ni juguetes, ni bombillas,
ni un solo momento de calma jamás,
los rumores eran como moscardones.
Recuerdo que entonces todos pensábamos:
Mañana todo será mejor, y si no mañana,
entonces pasado mañana. Bueno, tal vez no mucho mejor
en realidad, pero al menos diferente. Sí, todo
será bastante diferente.
Una sensación maravillosa. ¡Cómo la recuerdo!

Escribo estas frases en Berlín, y al igual que Berlín
huelo a viejos cartuchos vacíos,
a Europa del Este,
a sulfuro, a desinfectante.
Vuelve el frío poco a poco,
y poco a poco leo las ordenanzas.
Allá lejos, detrás de innumerables cines,
se alza, inadvertido, el Muro,
y más allá, distantes y aislados, hay otros cines.
Veo a extranjeros con zapatos recién estrenados
desertando solitarios por la nieve.
Tengo frío. Recuerdo –es difícil creerlo,
apenas han transcurrido diez años-
los extrañamente esperanzados días de la euforia.

En aquel entonces nadie pensaba en el fin,
ni siquiera en Berlín, que hacía tiempo que había
sobrevivido a su propio fin. La isla de Cuba
no vacilaba bajo nuestros pies. Nos parecía
que algo estaba próximo, algo que inventaríamos.
Ignorábamos que hacía tiempo que la fiesta
había terminado, y que todo lo demás
era asunto de los directores del Banco Mundial
y de los camaradas de la Seguridad del Estado,
exactamente como en mi país y en cualquier otra parte.

Buscábamos algo, algo habíamos dejado atrás
en la isla tropical, donde la hierba crecía
hasta cubrir la chatarra de los Cadillac. Se había
agotado el ron, los plátanos se habían desvanecido,
pero buscábamos algo más –es difícil especificar
qué era realmente- y no acabábamos de encontrarlo
en este diminuto Nuevo Mundo
que discute ávidamente sobre azúcar,
sobre la liberación, y sobre un futuro abundante
en bombillas, vacas lecheras y maquinaria por estrenar.

En las calles de La Habana, las mulatas
me sonreían con sus fusiles automáticos
al hombro. Me sonreían a mí y a algún otro,
mientras yo trabajaba y trabajaba
en El hundimiento del Titanic.
No podía dormir en las noches calurosas.
No era joven – ¿qué quiere decir joven?
Vivía junto al mar –pero tenía casi diez años menos
y estaba pálido de anhelos.

Probablemente ocurrió en junio, no,
en abril, poco antes de Semana Santa;
paseábamos por la Rampa
después de medianoche, María Alexandrovna
me miró con ojos encendidos de cólera,
Heberto Padilla estaba fumando,
todavía no lo habían encarcelado.
Pero hoy ya nadie le recuerda, porque está perdido,
un amigo, un hombre perdido,
y algún desertor alemán estalló en una risa deforme,
y también acabó en prisión, pero eso fue después,
y ahora está aquí otra vez, de nuevo en su país,
embriagado y haciendo investigaciones de interés nacional.
Resulta raro que yo lo recuerde todavía,
sí, es poco lo que he olvidado.

Charlábamos en una jerga híbrida
de español, alemán y ruso,
acerca de la terrible zafra
azucarera de los Diez Millones
-hoy ya nadie la menciona, desde luego.
¡Maldito azúcar! ¡Vine aquí de turista!,
aulló el desertor y después citó a Horkheimer,
¡nada menos que a Horkheimer en La Habana!
También hablamos de Stalin, y de Dante,
no puedo imaginarme por qué,
ni qué relación guarda Dante con el azúcar.

Y miré hacia fuera distraído
sobre el muelle del Caribe,
y allí vi, mucho más grande
y más blanco que todas las cosas blancas,
muy lejos –yo era el único que lo veía allí
en la oscura bahía, en la noche sin nubes
y en un mar negro y liso como un espejo-
vi el iceberg, alto, frío, como una helada Fata Morgana,
deslizándose hacia mí, lento, inexorable y blanco.


Traducción: Heberto Padilla


Tomado de Hundimiento del Titanic; fotografía de Iván Cañas. 

sábado, 15 de diciembre de 2018

Peán de honor y muerte al poeta Eliseo Diego:




Carlos Martínez Rivas


Nadie  cantó  a  sus  gatos,  como   
en tu  libro,  A TRAVÉS DE MI ESPEJO.

Aquél  que,  mientras  se  lame, 
muerde su garra y te ignora y no puedes
llamarlo  amigo  nunca  aun  sabiéndolo
contiguo  y  contigo  y  en  tu  casa  siempre.
Porque  —¡ay!—  no  hay  quien
disimule su  ser  mejor  que  él.

Sólo  a  ti  Poeta  Eliseo  Diego  sólo  a  ti
pudo  hacer  reflexionar  trascendentalmente
en  Budismo  Zen  ese
gatito  sentado  tan  solemne
en  el  crepúsculo  del  jardín.

Sólo    lo  contemplaste  como  principio  y  fin.
Yo  evoco  a  mi  POE,  perdido  en  orfandad  de  afecto,
errando  en  un  túnel  sin  vislumbre  (es  el  Averno
de  los  gatos,  los  túneles);  también  tú,  Eliseo
Diego,  supiste  del  pesar,  del  desconsuelo
por  el  GATO QUE NO VOLVIÓ.  Al  que  ya  no  verías
durmiendo  a  gracia  suelta,  pero  lo  recobrarías:
su pelaje, la noche, las blancas nubes sus manchas.

Su  silla  preferida
y  el  silencio,  te  lo  nombrarán  a  sus  anchas.


Sábado  5  Marzo  1994
Altamirano  D’Este  #  8


Tomado de TIEMPO 32 ARCHIPIÉLAGO

domingo, 2 de diciembre de 2018

Con más exactitud




Pedro Marqués de Armas


Fue en un filme llamado Revolución (creo), rodado en 1959, que vi con toda claridad y enorme sorpresa, la cámara avanzando si mal no recuerdo en ángulo, toma brevísima: la esquina de Amargura y Aguiar.

Cine Cervantes, circa 1971, sólo retengo otra imagen pero en este caso brumosa: la de unos rebeldes que preparan, en botellas de leche, sus cócteles incendiarios.

Si lo viera otra vez, sería no más para ver aquella esquina, la cámara rozando la capilla (aún no derruida) del convento de San Agustín y abalanzándose sobre el edificio de escuetos balcones de la Compañía Tres Rosas.

Paisaje en otro tiempo diario (¿cómo probarlo?), ahora esa calle (con más exactitud, esa esquina) es el recuerdo del recuerdo de un filme, fundido en un solo y vago pasaje.




domingo, 25 de noviembre de 2018

Los ratos libres




Adília Lopes


Fedra está enamorada
de Hipólito
Hipólito no está enamorado
de Fedra
Fedra se ahorca
Hipólito muere
en un accidente

Dido está enamorada
de Eneas
Eneas no está enamorado
de Dido
Dido ofrece una espada
a Eneas
Eneas olvida la espada
al marcharse
Dido se suicida
con la espada olvidada
por Eneas

Un disgusto de amor
me arrojó a un
curso de mecanografía
me consuela
escribir automáticamente
lo peor son los ratos libres

                                                                       

Fedra está apaixonada
por Hipólito
Hipólito não está apaixonado
por Fedra
Fedra enforca-se
Hipólito morre
num acidente

Dido está apaixonada
por Eneias
Eneias não está apaixonado
por Dido
Dido oferece uma espada
a Eneias
Eneias esquece-se da espada
quando se vai embora
Dido suicida-se
com a espada esquecida
por Eneias

Um desgosto de amor
atirou-me para um
curso de dactilografia
consolo-me
a escrever automaticamente
o pior são os tempos libres




viernes, 16 de noviembre de 2018

Los rostros náufragos


Luis Miguel Nava

La sustancia del desierto es la del mar, que difiere de él apenas por el grado de aclaramiento. El mar surge al término de un proceso en el que el desierto es una de las fases o, más concretamente, su cristalización. Si se atiende a que el lugar donde ese aclaramiento se produce es nuestro espíritu, no puede causar ninguna extrañeza hechos como, por ejemplo, el que la presencia del desierto sea advertida por quien, como los marineros, tenga un íntimo contacto con el mar.

Lo que yo conozco del mar lo debo, sin embargo, más que a cualquier otra experiencia, a cuerpos donde la nitidez de las aguas sobrepasa muchas veces la de los propios rasgos fisionómicos; no es raro, basta una breve caricia, u otro contacto aún más discreto, para sentir como son de avasalladoras esas aguas, a la superficie de las cuales parecen a punto de hundirse los rostros náufragos.

No obstante, también yo me he dado cuenta de la clandestina presencia del desierto, lo que me lleva a compararlo a aquella ropa que persiste en irrumpir en la piel de quien por eso nunca logra desnudarse por completo.


Os rostros náufragos 

A substância do deserto é o mar, que dele difere apenas pelo grau de apuramento. O mar surge no termo dum processo em que o deserto é uma das fases ou, mais concretamente, a sua cristalização. Se se atender a que o lugar onde esse apuramento se produz é o nosso espírito, não poderão causar qualquer estranheza factos como, por exemplo, o de a presença do deserto ser notada por quem, como os marinheiros, tenha um íntimo contacto com o mar. 

O que eu do mar conheço, devo-o contudo, mais do que qualquer outra experiência, a corpos onde a nitidez das águas ultrapassa muitas vezes a dos próprios traços fisionômicos; não raro, basta uma breve carícia, ou outro contacto ainda mais discreto, para sentir como são avassaladoras essas águas, à superfície das quais parecem prestes a afundar-se os rostos náufragos.

Não obstante, também já eu me apercebi da clandestina presença do deserto, o que me leva a compará-lo àquela roupa que persiste em irromper na pele de quem por isso nunca por completo se consegue desnudar. 


Traducción Pedro Marqués de Armas 


miércoles, 14 de noviembre de 2018

Tarde con sol



Nuno Júdice

Las cosas simples se dicen de prisa; tan de prisa
que no logramos que las oigan. Las cosas
simples se murmuran; un murmullo
tan bajo que no llega a oídos de nadie.
Las cosas simples se escurren por los estantes
de la tienda; tan leves que nadie
las compra. Las cosas simples fluctúan
con el viento; tan alto, que no se ven.

Así son las cosas simples: tan simples
como el sol que golpea en tus ojos, para
que los cierres, y las cosas simples pasen
como sombra sobre tus párpados.


Tarde com sol

As coisas simples dizem-se depressa; tão depressa
que nem conseguimos que as ouçam. As coisas
simples murmuram-se; um murmúrio
tão baixo que não chega aos ouvidos de ninguém.
As coisas simples escorrem pela prateleira
da loja; tão ao de leve que ninguém
as compra. As coisas simples flutuam com
o vento; tão alto, que não se vêm.
  
São assim as coisas simples: tão simples
como o sol que bate nos teus olhos, para
que os feches, e as coisas simples passem
como sombra sobre as tuas pálpebras.


Traducción Pedro Marqués de Armas, Alquitrave, 31 de junio 2007.


martes, 13 de noviembre de 2018

El mito de la sirena en plástico portugués


Al Berto



yo vi
la sirena de plástico despedazarse en la roja sal de las mareas 
                                                                                                 portuguesas
senos tullidos en la sangre de un lápiz de color
en la boca la furia de los viajes: europas américas arabias
mares estrechos donde es posible morir
nuevos países nuevas profundidades delirantes visiones
por entre el coral de tu cuerpo nómada
vestido de neblina y de ríos
breves láminas surcan la memoria de pequeños espectáculos
y tu mano se abre para ofrecernos un huevo
¿o sería el mundo pintado de blanco y amarillo?
yo vi
la sirena de sueño cansado levantarse luminiscente
caminar incierta por la noche adelante
ojos vibrátiles captando la fragancia preciosa de los distantes marineros
                                                                                                                   en celo
los dedos por encima de otros sexos lisos como linos que se deslizan 
                                                                  para dentro de los sueños
inocencia calcárea de los días
medusas muertas
el cuerpo hinchándose con los despojos de un mar
yo vi
la sirena en plástico portugués
crecer de las perlas insomnes de una ostra
y encorvar el cuerpo sobre la hoja de papel
fascinada
abría los labios húmedos para chupar el sexo del marinero dibujado
se escondía después en una grieta penumbrosa del muelle
prolongaba la vigilia del cuerpo en la observación de los astros
mientras tú continuaste dibujando
yo vi
su transparencia de saliva pura atravesar cuerpos y estrellas
sin que tu cuerpo sufriese o su transparencia disminuyera
hasta que la noche sedienta abría camino a las dagas adivinadas
y al sexo en placer silencioso donde peces luminosos trazan en el agua 
                                         las líneas de la palma de la mano
yo vi
la sirena de plástico construir un país
y un velero para evadirse en dirección de otras islas
llevando por equipaje los residuos dados en la costa: botellas blancas de gin nocturno zapatos hinchados paños preservativos usados pedazos de loza embalajes carcomidos cartones de cajas al viento velas de inmensa almadía vestigios de comida rápida peines vidrios filmes maderas fotografías que el tiempo rehusó morder
y navegó
navegó lentamente conoció la sed y el hambre
el frío la nieve de fluctuantes islas la alucinación
yo vi
la sirena embriagada abrir botellas de cerveza con los dientes
y ofrecer flores envenenadas a los amantes
doblada sobre las flores de la vejez se dejaba caer
en el vértigo fortísimo del aguardiente
roía las uñas y el herrumbre de los juguetes
desenterraba de la memoria collares delirantes
restos de rostros carbonizados
arenas cubiertas de oro y de ponzoña
yo vi
la sirena hender su propio cuerpo a golpe de sílex
y tatuar cerca del antiguo corazón un rostro un cereal enfermo
en las venas rasgadas por monstruos marinos y por el miedo
el inmenso miedo del fin de la adolescencia
yo vi
la sirena en plástico portugués abrir un surco de soledad
el precipicio
y negar la falsa miel de la tierra inclinada sobre el olvido
rectángulo de monotonía donde zozobra el vómito
todo enloquece en la punta del lancinante lápiz
las lágrimas el grito
yo vi
la sirena soltar de sus manos el último paisaje vivo
la amapola opiácea de la muerte envolviendo cuerpos
antes de sumergirse para siempre en la oscuridad continua del mar
yo vi
enrojecidas planicies
donde minúsculos animales fluorescentes asemejan ojos muy abiertos
rasgando el confuso rocío con sus colas peludas
enroscándose en el doloroso pulso
transformándose en pulseras de sangre
la serpiente mineral estrangulando el dedo
y en el hombro del mar el adolescente desnudo reclina el cuerpo de agua
dentro del enmarañado de libélulas enfurecidas volando
volando volando
yo vi

(1979)



O mito da sereia em plástico português

eu vi
a sereia de plástico esfacelar-se no rubro sal das marés portuguesas
seios tolhidos no sangue de um lápis de cor
na boca a fúria das viagens: europas américas arábias
mares estreitos onde é possível morrer
novos países novas profundidades delirantes visões
por entre o coral de teu corpo nómada
vestido de neblina e de rios
breves lâminas sulcam a memória de pequenos espectáculos
e tua mão abre-se para nos oferecer um ovo
ou seria o mundo pintado de branco e amarelo?
eu vi
a sereia do sonho cansado levantar-se luminescente
caminhar incerta pela noite adiante
olhos vibráteis captando a fragrância preciosa dos distantes 
                                                                                       marinheiros em cio
os dedos por cima doutros sexos lisos como os limos que escorregam 
                                                                                     para dentro dos sonhos
inocência calcárias dos dias
medusas mortas
o corpo enchendo-se com os despojos de um mar
eu vi
a sereia em plástico português
crescer das pérolas insones de uma ostra
e vergar o corpo sobre a folha de papel
fascinada
abria os lábios húmidos para sugar o sexo do marinheiro desenhado
escondia-se depois numa fresta penumbrosa do cais
prolongava a vigília do corpo na observação dos astros
enquanto tu continuaste a desenhar
eu vi
sua transparência de saliva pura atravessar corpos e estrelas
sem que teu corpo sofresse
ou sua transparência diminuísse
até que a noite sequiosa abria caminho às facas adivinhadas
e ao sexo em prazer vagaroso
onde peixes luminosos traçam na água as linhas da palma da mão
eu vi
a sereia de plástico construir um país
e um veleiro para se evadir na direção doutras ilhas
levando por bagagem os detritos dados-à-costa: garrafas brancas de gin nocturno sapatos inchados panos preservativos usados cacos de louça embalagens carcomidas cartões de caixas ao vento velas da imensa jangada vestígios de comida rápida pentes vidros filmes madeiras fotografias que o tempo recusou morder
e navegou
navegou demoradamente conheceu a sede e a fome
o frio a neve de flutuantes ilhas a alucinação
eu vi
a sereia embriagada abrir garrafas de cerveja com os dentes
e oferecer flores envenenadas aos amantes
dobrada sobre as flores da velhice deixava-se cair
na vertigem fortíssima da aguardente
roía as unhas e a ferrugem dos brinquedos
desenterrava da memória colheres delirantes
restos de rostos carbonizados
areias cobertas de outro e de peçonha
eu vi
a sereia fender seu próprio corpo a golpes de sílex
e tatuar perto do antigo coração um rosto cereal doente
nas veias rasgadas por monstros marinhos e pelo medo
o imenso medo do fim da adolescência
eu vi
a sereia em plástico português abrir um sulco de solidão
o precipício
e renegar o falso mel da terra debruçada sobre o esquecimento
rectângulo da monotonia donde soçobra o vómito
tudo enlouquece na ponta do lancinante lápis
as lágrimas o grito
eu vi
a sereia soltar de suas mãos a última paisagem viva
a papoula opiácea da morte envolvendo corpos
antes de mergulhar para sempre na escuridão contínua do mar
eu vi
avermelhadas planícies
onde minúsculos animais florescentes semeiam olhos muito abertos
rasgando o confuso orvalho com suas caudas peludas
enroscando-se no doloroso pulso
transformam-se em pulseiras de sangue
a serpente mineral estrangulando o dedo
e no ombro do mar o adolescente nu reclina o corpo de água
dentro do emaranhado de libélulas enfurecidas voando
voando voando
eu vi


Trad. Pedro Marqués de Armas (2006).