sábado, 30 de septiembre de 2017

El niño que se duerme


                                                                       

Charles Péguy

Nada es tan bello como un niño que se duerme haciendo su plegaria, 
   dice Dios.
Yo os lo digo: nada es tan bello en el mundo.
Yo no he visto jamás nada tan bello en el mundo.
Y no obstante yo he visto todas las bellezas del mundo.
Y yo me conozco. Mi creación reboza de bellezas.
Mi creación rebosa maravillas.
Son tantas que no se sabe dónde colocarlas.
Yo he visto millones y millones de astros rodar bajo mis pies 
  como la arena del mar.
Los días estivales de junio, de julio y de agosto.
Yo he visto las noches de invierno posadas como un manto.
Yo he visto las noches de estío calmas y dulces como una caída 
   del paraíso,
Consteladas de estrellas.
Yo he visto los collados de Mosa y las iglesias que son mis propias casas.
Y Paris y Reims y Rouen y las catedrales que son mis propios palacios 
    y mis castillos.
Tan bellos que los guardaría en el cielo.
Yo he visto la capital del reino y Roma capital de la cristiandad.
He oído cantar la misa y las triunfantes vísperas.
Y he visto los llanos y valles de Francia
Que son más bellos que todo.
Yo he visto la profunda mar, la foresta profunda, y el corazón 
    profundo del hombre.
Yo he visto los corazones devorados de amor durante vidas enteras.
Perdidos de caridad,
Ardiendo como llamas.
Yo he visto a los mártires henchidos de fe
Tenerse como una roca sobre el potro,
Bajo los dientes de hierro
(Como un soldado que se mantuviese firme toda la vida,
Por la fe,
Por su general (aparentemente) ausente).
Yo he visto a los mártires flamear como antorchas
Preparándose así las palmas siempre verdes.
Y yo he visto brotar bajos las garras de hierro
Gotas de sangre que resplandecían como diamantes.
Y yo he visto brotar las lágrimas de amor
Que durarán más tiempo que las estrellas del cielo
Y yo he visto las miradas de súplica, las miradas de ternura,
Perdida de caridad,
Que brillarán eternamente en noches y noches.
Y yo he visto las vidas enteras, del nacimiento a la muerte,
Del bautismo al viático,
Desenlazarse como una bella madeja de lana.
Y yo lo digo, dice Dios, no conozco nada tan bello en todo el mundo
Como un niño que se duerme haciendo su plegaria.
Bajo el ala de un ángel guardián.
Y que sonríe a los ángeles comenzando a dormirse;
Y que ya confunde todo y no comprende más nada;
Y introduce las palabras del Padre Nuestro, revueltas y extraviadas 
    en las palabras del Te Saludo, María.
Mientras que un velo desciende ya sobre sus párpados,
El velo de la noche sobre su mirada y sobre su voz.
Yo he visto los más grandes santos. Pues bien, yo os lo digo,
No he visto jamás nada tan gracioso y en consecuencia no conozco 
  nada tan bello en el mundo 
Como ese niño que se duerme haciendo su plegaria
(Como ese pequeño ser que se duerme de confianza)
Y que mezcla su Padre Nuestro con su Te Saludo, María
Nada es tan bello, y es al mismo tiempo un punto
En el que la Santa Virgen está acorde conmigo.
Y bien puedo decir que es el único punto en que estamos de acuerdo.
Pues generalmente tenemos pareceres opuestos,
Porque ella está hecha para la misericordia.
Y está bien que yo sea para la justicia.


Fragmento de “El misterio de los Santos Inocentes”, en Clavileño, núm. 2, septiembre de 1943. 


Traducción de Gastón Baquero




lunes, 18 de septiembre de 2017

Brisa Marina




Stéphane Mallarmé

La carne es triste, ¡ay!, y todo lo he leído.
¡Huir! ¡Huir! Presiento que en lo desconocido
de espuma y cielo, ebrios los pájaros se alejan.
Nada, ni los jardines que los ojos reflejan
sujetará este pecho, náufrago en mar abierta
¡oh, noches!, ni en mi lámpara la claridad desierta
sobre la virgen página que esconde su blancura,
y ni la fresca esposa con el hijo en el seno.
¡He de partir al fin! Zarpe el barco, y sereno
meza en busca de exóticos climas su arboladura.
Un hastío reseco ya de crueles anhelos
aún sueña en el último adiós de los pañuelos.
¡Quién sabe si los mástiles, tempestades buscando,
se doblarán al viento sobre el naufragio, cuando
perdidos floten sin islotes ni derroteros!...
¡Mas oye, oh corazón, cantar los marineros!


Brise marine

La chair est triste, hélas! et j’ai lu tous les livres.
Fuir! là-bas fuir! Je sens que des oiseaux sont ivres
D’être parmi l’écume inconnue et les cieux!
Rien, ni les vieux jardins reflétés par les yeux
Ne retiendra ce cœur qui dans la mer se trempe
Ô nuits! ni la clarté déserte de ma lampe
Sur le vide papier que la blancheur défend,
Et ni la jeune femme allaitant son enfant.
Je partirai! Steamer balançant ta mâture
Lève l’ancre pour une exotique nature!
Un Ennui, désolé par les cruels espoirs,
Croit encore à l’adieu suprême des mouchoirs!
Et, peut-être, les mâts, invitant les orages
Sont-ils de ceux qu’un vent penche sur les naufrages
Perdus, sans mâts, sans mâts, ni fertiles îlots…
Mais, ô mon cœur, entends le chant des matelots!


Traducción de Alfonso Reyes


Clavileño, núm. 3, octubre de 1942. 

sábado, 9 de septiembre de 2017

Retrato de pintores, Antoine van Dyck



Marcel Proust


La pasión una dulce fiereza, gracia noble de las cosas
que brillan en los ojos, terciopelos y bosques.
Bello lenguaje aprendido de modales y gestos,
hereditario orgullo de damas y de reyes.
Tú triunfas, Van Dyck, príncipe de los gestos calmosos,
en todos los seres bellos que pronto van a morir,
en toda bella mano que todavía sabe entreabrirse.
Sin dudarlo, ¿qué importa? ella te tiende las manos.
Descanso de caballeros, bajo los pinos, cerca de las olas,
calmosas como ellos, como ellos muy cerca del sollozo.
Infantes reales ya magníficos y graves,
trajes abandonados, sombreros de guerreras plumas,
y joyas en que llora, onda a través del fuego,
la amargura del llanto que hace plenas las almas
más lejanas para que nos lleguen así hasta los ojos.
Y tú por encima de todos, paseante precioso,
en camisa azul pálido, en la cintura apoyada la mano,
en la otra un fruto repleto arrancado de las ramas.
Yo sueño sin comprender tus gestos y tus ojos:
De pie, pero reposado, en este oscuro asilo,
Duque de Richmond, ¿joven sabio o tonto encantado?
Así te contemplo siempre: un zafiro en tu cuello
tiene el mismo fuego dulce que tu mirada calmosa.


Traducción: José Lezama Lima


«Retrato de pintores: Alberto Guyp (sic), Antoine Watteau y Antoine van Dyck», Nadie parecía, Nº 7, marzo-abril 1943, p.12.


domingo, 3 de septiembre de 2017

Retrato de pintores, Antoine Watteau


Marcel Proust 


Antoine Watteau

Gesticulante crepúsculo los árboles y los rostros,
Con su manto azul bajo su máscara incierta.
Polvo de besos rodando bocas cansadas…
Lo vago trocado en ternura, y de pronto, lejanía.

La mascarada, otra lejana melancolía,
hace el gesto de amar más falso, triste y encantador.
Capricho de poeta, o prudencia de amante,
el amor que necesita de sabios ornamentos,
coloca barcas, paladeos, silencios y música.


Antoine Watteau

Crépuscule grimant les arbres et les faces,
Avec son manteau bleu, sous son masque incertain;
Poussière de baisers autour des bouches lasses...
Le vague devient tendre, et le tout près, lointain.

La mascarade, autre lointain mélancolique,
Fait le geste d'aimer plus faux, triste et charmant.
Caprice de poète -ou prudence d'amant,
L'amour ayant besoin d'être orné savamment-
Voici barques, goûters, silences et musique.


Traducción: José Lezama Lima


«Retrato de pintores: Alberto Guyp (sic), Antoine Watteau y Antoine van Dyck», Nadie parecía, Nº 7, marzo-abril 1943, p.12.

sábado, 2 de septiembre de 2017

Retratos de pintores, Albert Cuyp



Marcel Proust


Sol declinante disuelto en el aire límpido
que un velo de ramas grises enturbia como el agua,
humedad de oro, nimbo en la frente del buey o del álamo,
incienso azul de los bellos días humeantes en las colinas
o salina de claridad estancada en el cielo vacío.
Los caballeros se detienen, pluma rosa al sombrero,
la mano al costado, al aire azul que sonrosa sus pieles
infla ligeramente sus finos crespos rubios,
y atraídos por los ardientes bosques, las frescas ondas,
-sin enturbiar con su trote los rebaños de bueyes
somnolientos en una niebla de pausas y oro pálido-,
caminan respirando esos minutos profundos.


Traducción: José Lezama Lima


 «Retrato de pintores: Alberto Guyp (sic), Antoine Watteau y Antoine van Dyck», Nadie parecía, Nº 7, marzo-abril 1943, p.12.