viernes, 12 de agosto de 2016

Con Miriam Gómez y su tarántula




Mercedes Cebrían


Miriam Gómez lleva en su adorado Londres más de cuarenta años. Compartió la mayoría de ellos con su marido, el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, hasta el fallecimiento de este en 2005. Miriam es, ante todo, generosa con lo que posee, ya se trate de la vasta cinemateca que difunde en el blog de Zóe Valdés o de bienes intangibles como su conocimiento de Londres. Su deseo de que el visitante se lleve el mejor recuerdo de la ciudad es evidente en todas sus recomendaciones. Aquí figuran algunas:

01 El Kensington de T. S. Eliot

"Para disfrutar Londres hay que conocer su historia", comenta Miriam cuando paseamos por South Kensington, su barrio de siempre. De ahí que en plena Gloucester Road, a dos pasos del metro del mismo nombre, señale que en el 133 de la calle vivió J. M. Barrie, el autor de Peter Pan, y repare también en la iglesia anglicana de St. Stephen: "Aquí fue sacristán durante veinticinco años T. S. Eliot, y en estas calles están inspirados sus poemas sobre gatos que dieron lugar al musical Cats". En efecto, una placa en la iglesia confirma el dato.
Cuando sale a comer por el barrio, Miriam frecuenta Mohsen, "una fondita persa donde tú mismo te puedes traer el vino de casa". Aunque South Kensington sea una especie de sucursal de Francia en Londres, a Miriam no se le ocurre entrar en un bistró: "Es una bobería: son lugares caros y en España los hay mejores".

02 Tiendas sin mañana

Así llama Miriam a TK Maxx, Fopp y Poundland, tres de sus edenes de la oferta favoritos. En todos ellos la mercancía varía prácticamente a diario, cosa que, para Miriam, es un aliciente. Entramos en la sucursal de TK Maxx en Hammersmith, una tienda sobreiluminada y multicolor cuya misión es, como cuenta Miriam, "cumplir esos pequeños deseos que una tiene". Esos pequeños deseos se pueden traducir en una chaqueta de Vivienne Westwood rebajadísima o en una falda de Valentino que en su día costaba 600 doradas libras y allí se adquiere por 129. El consejo de Miriam es contundente: "Si no compras al momento, te quedarás sin lo que quieres, pues apenas traen productos repetidos".
Enfrente, y bien escondido en el centro comercial Kings Mall, está Poundland, la versión esterlina del todo a cien de antaño: cualquier objeto vale aquí una libra. "He traído a millonarias y a sus nannies y todas quedan encantadas". Seguimos la ruta: los empleados de Fopp, donde conviven música, películas y series de TV, saludan a Miriam afables, como suelen hacer con las buenas clientas. Se le van los ojos al CD Spanish sketches, de Miles Davis. "Lo teníamos en vinilo, pero Guillermo se lo regaló al Loco de la Colina"; por suerte, la pequeña negligencia de su marido se suple pagando tres modestas libras.

03 El imperio de la baquelita

Entre los teatros y las librerías de Charing Cross se encuentra Cecil Court, una calle peatonal que nos retrotrae al Londres de principios del XX. Sus tiendas exponen carteles de circo con tipografías retro, primeras ediciones de novelas, mapas y también joyas de fantasía como las de Christopher St. James, diseñador que ha elaborado sus creaciones para Sexo en Nueva York, El fantasma de la ópera o Shakespeare in love. Miriam es asidua de este imperio de la baquelita y la pedrería insólita. "Tengo una tarántula negra como esa del escaparate. La llevo en la solapa del abrigo y la gente se queda impresionada", comenta Miriam. También posee una pulsera-cocodrilo comprada allí por una razón de peso: "Su forma me recuerda a la isla de Cuba".

04 Por Covent Garden

Durante décadas, Miriam fue actriz profesional, de ahí su interés por el templo de St. Paul, a dos pasos de la Ópera de Covent Garden: "Es la iglesia de los actores; aquí celebran sus funerales y homenajes". St. Paul -no confundirla con la catedral homónima- posee su propia compañía de teatro en activo, además de un jardín trasero donde, desde 1633, se puede descansar del bullicio de la zona. El paseo continúa: a unos metros está la perfumería Penhaligon's, con olores que la pituitaria de Winston Churchill ya disfrutaba, pues era usuario de uno de sus perfumes: el Blenheim Bouquet. Y para comer, un restaurante donde los amigos de Miriam quedan siempre contentos: Rules, inaugurado solamente nueve años después de la Revolución Francesa. Su decoración a base de taxidermia nos deja ver que la caza es su especialidad. En Rules, la comida inglesa se dignifica y se hace inmune a las chanzas y burlas clásicas que tradicionalmente circulan sobre ella. No estaría de más poder preguntarles a Dickens, Graham Greene o Evelyn Waugh su opinión al respecto, pues eran asiduos comensales.
Para terminar, Miriam suplica a los visitantes que no se suban al típico autobús turístico: "Si toman el número 11 en Trafalgar Square, les llevará por los mismos sitios". Seguiremos sus consejos a pies juntillas.





Tomado de El País, 11 de junio de 2011


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