sábado, 20 de febrero de 2016

Stalin y la poesía





Eduardo Chirinos



¿De qué hablamos cuando hablamos de pureza?
Hablamos de tachar, borrar, eliminar palabras
incómodas, palabras intrusas. Hablamos de
repudiar lo que alguna vez fue nuestro, de lo
que debemos ocultar como a un hijo deforme,
un muñón ciego. La violencia es necesaria, la
delación incluso. Se trata de vigilar palabras,
de exigirles obediencia, un pasado limpio,
generaciones de gloria y nadita de manchas.
Atravesando los Urales, más allá del Cáucaso,
de las aguas infectadas y azules del Danubio
habita la impureza. ¿De qué hablamos cuando
hablamos de impureza? Hablamos de acoger,
hablamos de aceptar palabras incómodas y
sucias. Hablamos de recobrar lo que alguna
vez fue nuestro, de heridas que no quieren
transformarse en cicatrices. La piedad es ne-
cesaria, la caridad incluso. Hay poetas impuros
y por lo tanto democráticos: Walt Whitman
por ejemplo, Neruda por ejemplo. Hay poetas
puros y por lo tanto estalinistas: Jiménez, por
ejemplo, Valéry por ejemplo. Sus simpatías
políticas no cuentan, sus opciones partidarias
poco importan. En lo que a mí respecta, hay
días en que amanezco democrático. Noches
en que madrugo estalinista.



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