jueves, 9 de abril de 2015

Meaume el Grabador



  
Pascal Quignard


A finales del mes de febrero de 1664, en Roma, una serie de treinta y dos imágenes obscenas, todas ellas compradas en una tienda de la via Guilia, fueron entregadas al hijo mayor de una de las familias más importantes de la ciudad, de nombre Eugenio, un joven muy apuesto, culto, refinado, sensible y casto. Todas eran obra de Meaume el Grabador. La compra se hizo a petición del médico de la familia, Marcello Zerra. El joven patricio a quien había auscultado minuciosamente, de veinte años de edad, vigoroso, dotado de genitales bien formados, afirmaba no poder casarse porque nunca en la vida había sentido deseo. Los padres, que no tenían la menor fe en lo que decía su hijo mayor, hicieron que Zerra lo examinara. Marcello Zerra prescribió imágenes obscenas, que Eugenio tenía que mirar durante toda una noche en compañía de dos prostitutas florentinas, una de ellas mayor y dulce, por no decir complaciente, y la otra mucho más joven y vivaz. La tentativa no sólo fracasó, sino que suscitó en Eugenio una repugnancia que llegó hasta la náusea, y la náusea fue tan violenta que le provocó angustia. Las mujeres de vida alegre de la ciudad de Florencia fueron incapaces de ponerse de acuerdo sobre el resultado de sus esfuerzos nocturnos. La más joven afirmó que el cuerpo del muchacho había estado sin vida y que su alma se había sentido terriblemente desgraciada y, puesto que le pedían su opinión, concluyó que según ella no estaba hecho para la vida civil, es decir, viril o paternal. La puta de más edad, temiendo no percibir la retribución que habían acordado por los dos viajes de ida y vuelta, además de la noche entera, sostuvo que aquella afirmación era incorrecta, que el joven había tenido una erección fugaz y que otra noche acabaría fácilmente con sus reticencias y otras dificultades que ella había tenido tiempo de observar atentamente. Al oír que la mujer de mala vida proponía otra noche de placeres, el joven Eugenio se desmayó. Hubo que pedir un coche de dos ruedas. En el palacio familiar, el propio Zerra interrogó ese mismo día a las lavanderas, que declararon no haber visto jamás la menor huella de polución nocturna en las sábanas del hijo mayor. Zerra pidió a los padres que reflexionaran antes de prometer a su hijo. Pero el cabeza de familia no le hizo caso. Importantes y antiguos intereses obligaban al hijo mayor a unirse a la muchacha que le estaba destinada desde la más tierna edad.
   Eugenio nunca logró consumar el matrimonio con su esposa.
  La joven, que seguía intacta, se quejó a su familia, y ésta se hizo eco de su angustia. De hecho, la familia política amenazó con impugnar el matrimonio si su hija no perdía pronto la honra, además de disfrutar de un poco de alegría natural. 
 Consultado de nuevo, Zerra prescribió otra vez las fascinantes imágenes de Meaumus, y sugirió a la joven esposa que ayudase a su marido a conseguir la consistencia del deseo valiéndose de todos los dedos de las manos. El joven se mató el 22 de mayo de 1664. Los grabados fueron retirados del comercio. Cargaron en una carreta las planchas de cobre y todas las tiradas que había en la tienda de estampas con el rótulo de la cruz negra, ya fueran de la mano de Meaume o de las de otros artistas, y las llevaron a cincuenta metros de allí, al Campo de las Flores, donde fueron quemadas y fundidas delante de la muchedumbre. Es una de las razones de que queden tan pocas cartas eróticas directamente impresas con las planchas originales de Claude Mellan o de Meaume el Grabador. 



  Capítulo XXIX de Terraza en Roma, Espasa Calpe, S.A, 2008; traducción: Encarna Castejón. 


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