martes, 3 de febrero de 2015

Para Holly Andersen





Frederick Seidel


¿Qué podría ser más agradable que hablar de personas que agonizan,
Y los doctores realmente empeñándose,
En una tarde de invierno,
En el Carlyle Hotel, en nuestro capullo?
Nosotros también vamos a agonizar un día de estos.

La doctora Holly Andersen toma un cosmopolitan de vodka,
Y toma otro, y se convierte verdaderamente en napolitana,
La luna gorjea una canción sobre el sol,
Sentada en un sofá en el Carlyle,
Permanece elegantemente viva, por el momento.

Su espirituosa gracia
Causa, la verdad, cierta angustia.
Hace que mi urbanidad se desvista.
Presento síntomas que expresan
Una subyacente felicidad ante la hermosa vaciedad.

Perdió un paciente muy enfermo especialmente importante para ella.
El hombre murió en la mesa. No era cuestión de sentir alguna culpa o duda.
Algo sobre un doctor que puede curar, o al menos lo puede intentar,
Pero también puede llorar,
Es una suerte de último arrorró, y descansa.




Versión de Jorge Aulicino




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